miércoles, 17 de septiembre de 2014

Visiones aguadas

¿Os habéis preguntado alguna vez por qué hay personas con una capacidad intelectual fuera de lo COMÚN (y ésta es precisamente la clave)? ¿Cuál es la razón de que, generaciones tras generaciones, hayan surgidos privilegiados superdotados mentales (que no siempre tiene que coincidir con el hecho de ser extremadamente inteligente)? Algún motivo tiene que haber para que, según el extendidísimo mito, la generalidad de la Humanidad tan sólo utilice —y mal, porque se hace de forma alterna entre sus diferentes partes— el 20% del cerebro, frente a otros que pueden llegar a alcanzar su totalidad, y sin alternancias de ningún tipo. Yo creo que hay una explicación suficiente y de peso más allá del mero juego divino, que se ha recreado a través de las eras en mortificarnos con las abismales diferencias en el reparto de los dones.
Si queréis saber cuál es mi creencia al respecto, leed lo que viene a continuación (es, con diferencia, mi mayor y más rotunda ida de olla):

Muy aprovechable imagen que me viene de perlas para esta entrada. Cogida de filosofiachina.blogspot.com.

TEONAUTAS: LA ÚLTIMA FRONTERA
(Dedicado a mi esposa, Yolanda)

Como bien decía un sabio de la Antigüedad más próxima, allá en la primera y convulsa mitad del siglo XX: "El día que nos encontremos por fin con extraterrestres habrá que averiguar de inmediato qué tipo de música escuchan, si son capaces de sonreír y cuál es su fe o su mitología, porque sin esas tres cuestiones no merecerá la pena conocerlos".
Estamos ya cerrando el siglo XXV y todavía no se ha dado, que se sepa a ciencia cierta, esa circunstancia para comprobar qué puede llegar a ocurrir, pero trasladando esa máxima imperecedera al caso de Dios está claro que lo de la fe parece sobrarle por razones obvias y que, esté en el lugar que esté, dispone de un cierto sentido del humor, bastante negro y ácido, al haber creado primero todo lo que se ve y lo que lo envuelve —según dicen a través de Su Palabra Cantada—, para dejarlo finalmente abandonado a su libre albedrío y apartarse a un lado como arrepentido de sus actos.
Antes que nada, quiero aclarar que esto no es un juicio a Dios. Me he codeado lo suficiente con Su entorno como para no tomármelo en serio. Como para no tener motivos de sobra de respeto hacia Su persona. Pero, digamos que cuesta bastante trabajo contemplarlo como ese Padre amantísimo cuya imagen se ha estado vendiendo desde que la Humanidad miró por vez primera a las estrellas en busca de su conciencia de ser.
El primero sobre el que se tiene constancia de que había intuido esa desamparada percepción sobre la esencia divina, Julián Estrada, había vivido con agobio la película (en algunos museos todavía hay relaciones interminables sobre esas historias captadas en imágenes que se proyectaban en salas oscuras) "Erik, el vikingo", que hizo Terry Jones en 1989, y en la que los dioses de Asgard se muestran como puros niños jugando al antojo de caprichos pasajeros con los hombres, además de haberse empapado con el trasfondo de la lectura sobre un pequeño y singular cuento en el que la inconmensurable masa de fallecidos acumulados a lo largo de la Historia de la Humanidad, hartos de esperar acontecimientos, deciden ir en busca de Dios para saber qué más iba a pasar además del mero hecho de estar muertos. Y tras una prolongada búsqueda en la oscuridad de la No-Existencia, por fin se toparon con una pequeña hoguera hecha por un viejo leñador que se calentaba con el calor de las llamas. Cuando le preguntaron si él era Dios respondió de forma afirmativa, pero su siguiente respuesta fue "buscaos vuestro propio camino; yo ya no puedo hacer más".
Con el acoso de esa perniciosa combinación un intenso terror cósmico creció en el interior de aquel primer visionario de la Alta Extremadura todavía adolescente encarcelando para siempre su miserable alma en un laberinto de dudas acerca del devenir inmediato. Porque si Dios no era el responsable de sus creaturas y su aguda percepción captaba diariamente ejemplos del aterrador silencio de Dios y de lo lejos que se encontraba la divinidad de su experimento terrenal y universal—, a ellas mismas les correspondía, por tanto, evitar perderse en la Nada del Olvido. O lo que es lo mismo, tomar las riendas del futuro desde el presente siempre móvil para hallar sentido a la vida.
Así lo dejó dicho en una serie de escritos que terminaron por perderse en la vorágine de lo que constantemente era devorado por el pasado insaciable; aunque no del todo.
Unos doscientos años más tarde un filósofo y pensador sesudo de Astorga, Félix Carro Goy, famoso por sus escritos acerca de la naturaleza unitaria del multiverso (que funcionaba a modo de vértice de abanico para explicar las múltiples posibilidades de una misma existencia partiendo todas desde el mismo punto inicial), recogió aquella amarga opción accediendo a una carta de Julián Estrada en papel y tinta guardada con mimo en el Museo de la Comunicación que se había abierto en el Oasis del Sahara, también conocido por la ciudad de Saguia, la capital del nuevo estado africano creado en el año 2029 por el movimiento "Descendientes de El Wartassi".
Imagen de la ciudad de Madsar, en pleno desierto del Emirato de
Abu Dahbien la que se basó el futuro gobierno saharaui para levantar
Saguia. Cogido de la web de cookingideas.es.
La imaginación de Carro Goy, que coleccionaba con afán impresiones plasmadas por escrito cada vez menos corrientes con el trascurrir de los siglos se inflamó con aquellas palabras tan sinceras y sentidas. Y en pleno trance sistémico con aquella alma gemela de tanto tiempo atrás su mano pareció adquirir vida propia para redactar ideas que se mantenían latentes en su diestra cerebral y ocultas al raciocinio diario. Así, acabaron desvelando la posibilidad de que en cada uno de los universos existentes pudieran regir los designios de un Dios que no sólo no era el mismo para el resto, sino que podía llegar a ser incluso opuesto, dependiendo del segmento del espacio-tiempo en que se moviera.
De este modo, existirían universos en los que efectivamente no habría cabida a divinidad alguna y el ateísmo tendría una base de razón consistente y contundente; otros en los que se movería una pléyade de seres luminosos claramente superiores a los terrenales mortales para guiarlos lejos de sus miedos, pero sin una meta concreta más allá que el simple hecho de dejar de sentir pánico antes de desaparecer en el infinito; otros en los que brillantes y azulados metahumanos harían las veces de pequeños dioses luchando y compitiendo entre sí al estilo de los que protagonizaban la arcaica mitología clásica; también los habría con dioses peligrosamente infantiles o ancianos hasta la inmovilidad... Incluso habría universos en los que únicamente gobernaría el Ángel Caído o alguno de los de su séquito y que coincidirían, en enorme medida, con la antigua idea del Hades o el Infierno.
Esta vez, los escritos del filósofo maragato sí perduraron y se grabaron inquietantes en la memoria colectiva, en algunos casos como parte viva de la idiosincrasia de un pueblo, como ocurrió en el Algarve portugués, donde renació a espuertas la cultura pro-céltica, pero lejos de caer en un infantil paganismo vetusto y confuso sirvió para potenciar la espiritualidad de aquellas gentes tan hermanadas con el Atlántico, quienes abandonaron las imágenes religiosas y los iconos en el fondo de sótanos, arcones y armarios (sin destruirlas, a fin de no caer en la ilógica actuación de los talibanes afganos con los Budas de Bamiyán en pleno corazón del siglo XX)  para adorar lo que ellos entendían como la esencia misma de la Vida.
Y, si bien, la inmensa mayoría de la Humanidad se dejaba llevar cómoda e indoloramente por el poderoso devenir hacia una meta insulsa e insatisfactoria, surgieron, no obstante, lentas y espesas corrientes de pensamiento que se bifurcaban hasta llevar a la desesperación más horrorosa y los suicidios masivos, en unos casos, o a la búsqueda de cualquier clavo ardiente al que aferrarse para no perder la cordura, en otros.
Uno de los Budas de Bamiyán arrasado por la
locura fanática de los fundamentalistas.
A ésta última pertenecía uno de los más preclaros pensadores de las islas más próximas a África que a Europa, al que tuve el placer de conocer personalmente. Afche Bandama Alcubillo, natural de Tegueste, marchó a la "Meseta" a formarse nada más alcanzar la mayoría de edad, pero su natural y excelente capacidad de entendimiento pronto le hicieron marchar varios cursos por delante de sus compañeros (y de la mayoría de los profesores) de la Facultad de la School of Social and Behavioral Sciences en la IE University de Segovia. Lo que pudo aprender de allí no le llevó más allá de un par de años, pero su eterna hambre de conocimiento resultaba del todo manifiesta y le dejaba una peligrosa sensación de angustioso e insatisfecho vacío del alma, provocándole impredecibles ataques de ira, con vertiginosas caídas en simas profundamente depresivas, que le consumían por dentro y por fuera.
Así estuvo deambulando como un enjironado y silente fantasma por las vetustas tierras arévacas hasta que se topó de bruces con el mayor detector de superdotados de la historia: el cordobés Rafael Lorite Mansilla. El encuentro ocurrió en el centro de Aguilafuente, que para entonces estaba a punto de fagocitar a Fuentepelayo y se estaba pensando ya en fusionar ambas localidades en un municipio único.
Te vienes conmigo le dijo sentándose en la mesa donde estaba acodado el canario para beberse unos chatos de vermú en la taberna Los Arcos (el único negocio de hostelería que había aguantado el envite del tiempo sin modificar ni su nombre ni su actividad, y eso fue merced a la excelencia de sus torreznos caseros que servían a modo de tapa con la bebida y que le acarrearon fama mundial y persistente).
¿Y por qué he de ir? Le contestó sin sombra de ofensa en su achispada mirada.
Porque verás los ojos de Dios.
No hizo falta más. Afche apuró su vaso hasta la última gota lamida y siguió a Rafael hasta su vehículo, donde se sorprendió al contemplar todas sus cosas perfectamente empacadas en el maletero, pero no hizo comentario alguno.


Lorite le llevó a un complejo aislado en pleno Desierto de las Bardenas Reales, oculto bajo tierra y plagado de intrincados túneles iluminados por fluorescentes de luz neutra e impersonal, pero no exento de todo tipo de comodidades y de mucha intimidad silenciosa. Le permitieron asearse y tomar posesión de una estancia acogedora y elevada pensada para contener estanterías densamente plagadas de libros que hicieron sonreír al sabio canario. Luego, el propio Rafael le guió hasta una sala de dimensiones absurdas capaces de minimizar una descomunal mesa de comedor elaborada con cedro aromatizado. Allí le sirvieron de comer y de beber y le dejaron meditar en solitario mientras masticaba con extremada lentitud cada bocado. El sosiego era tal que cualquier sonido se amplificaba en exceso, por lo que al cabo de un rato dejó de usar los cubiertos y utilizó los dedos para desgajar en lisas hebras blanquecinas la pechuga de una perdiz en salsa que le habían servido y que devoró con mal disimulado placer. Todo un lujo ante la escasez de ese tipo de aves por el acoso de una caza desmesurada y sin control desde el siglo XX.
¿Por qué crees que hay superdotados en el mundo?
La voz fue tan repentina que Afche se atragantó con un vino de color dorado y con gusto dulce elaborado en Cádiz que estaba catando en ese momento. Se limpió con la servilleta y miró a su izquierda, de donde procedieron las palabras. No había luz más allá de los siete metros y lentamente de la oscuridad surgió una pequeña figura encorvada y que se ayudaba de un rústico bastón de madera para caminar. Era una mujer.
¿Por qué piensas que, además, son tan escasos?
El canario seguía sin hablar. La voz le drogaba, provocando suaves oleadas de adrenalina que le subían desde la base del cráneo hasta la crisma relajándole con una calma inaudita. No quería hablar para no romper el efecto de esa magia natural.
¿Tienes idea de dónde estás?
Aquella pregunta directa le arrancó de su placentero capullo somático. Y le sentó mal. Por eso no la respondió, sino que prefirió dar un salto hacia atrás:
—No son tan pocos. Prácticamente el dos por ciento de la población lo es, y eso supone que unos 200 millones de personas tienen esa capacidad y podrían ser polímatas.
La mujer se había aproximado a la mesa y se quedó a una distancia prudencial; la suficiente como para dejarse examinar a conciencia por su interlocutor, pero no tan cerca como para resultar una presencia intimidante. Era muy bella, si bien había contemplado ya cerca de medio siglo transcurrir ante sus ojos dejando huella en su alma, mientras que la enfermedad lo había hecho en su cuerpo mermando sus capacidades. Cada mínimo movimiento le resultaba un verdadero suplicio, aunque su fuerza de voluntad era tal que había sabido asumir el dolor como una parte más de la vida cotidiana y lo acabó ocultando bajo una sensata capa de normalidad extrema. Sólo los más cercanos a ella sabían de su sufrimiento.
Es probable. ¿Pero cuántos de ellos lo terminan sabiendo? ¿Cuántos tienen la suerte de desarrollar plenamente su potencial? ¿A cuántos se les da la oportunidad de agradecer su don devolviendo bien con bien?
Yo no veo bondad alguna en ese don, como tú lo has dado en calificar. Es algo horroroso; una verdadera tortura tantálica. Es como intentar llenar un agujero negro...
Sólo para los que son incapaces de entenderlo.
El canario no replicó de inmediato. Se limitó a fijar la mirada en el suelo de grandes baldosas a base de lustrosos cuadros blancos y negros y por un instante se contempló a sí mismo saltando a la pata coja de uno a otro. Luego recuperó la compostura mental.
—No. No tengo ni idea de qué sitio es éste —reconoció.
La mujer mostró una sonrisa de encantamiento casi feérico.
—Ven. Te lo mostraré.
Ambos, seguidos de cerca por Rafael Lorite, vagaron por pasillos cruzándose de vez en vez con técnicos, científicos y también con individuos de mirada perdida o bien de autosuficiencia, vestidos de forma estrafalaria y que caminaban por el lugar con la familiaridad de un nativo. Eran superdotados, pero no estaban juntos ni se hablaban entre ellos.
¿Qué pasa? ¿Los coleccionan aquí? Comentó Afche con sorna.
Digamos que hemos logrado reunir a un número interesante, sí le respondió Rafael desde atrás con toda seriedad.
El canario se detuvo de golpe.
¿De cuántos estamos hablando?
El cordobés y la mujer se miraron para buscar confirmación a la cifra que ambos estaban calculando.
Pues no sé. No estamos seguros dijo ella con un brillo de burla en la mirada. ¿Doce mil? ¿Trece mil, quizá?
Rafael asintió, y el canario sopesó a ambos con una mirada de estupefacción. Pasados unos segundos, levantó la mano hacia la mujer apuntándola con un dedo y formó un silencioso interrogante con los ojos.
Mara Lua. Ése es mi nombre.
¿Pero por qué tantos? ¿Qué hacen aquí? ¿Desde cuándo han puesto en marcha este proyecto? ¿Con qué fin? ¿De qué va esto?...
El torrente de preguntas fue frenado en seco por la cristalina carcajada de la mujer. Una risa que acabó ofendiendo a su invitado.
Esta dama tan bella es la actriz puertorriqueña Miriam Colón, caracterizada como Última en la muy recomendable película "Bendíceme, Última" y que se acerca muy mucho a mi imagen de Mara Lua. Cogida de http://www.rottentomatoes.com/
No debes enfadarte. Sólo estoy contenta por el interés que se ha despertado en ti. ¿Que qué hacemos aquí? Muy sencillo: buscar una salida a la Humanidad, atascada desde hace siglos en un callejón sin salida a la espera de algo que provoque su extinción, tanto aquí como en el más allá.
Si no le importa, le llamaré Lua. Me gusta más que Mara soltó de repente el canario.
A tu gusto le respondió la sufridora belleza. Pero también podrías tutearme... Yo no voy a dejar de hacerlo.
¿Qué pasa aquí? Volvió a insistir Afche sin mostrar urgencia en la voz.
¿Eres creyente, Afche? Fue la respuesta que obtuvo.
Se trataba de una pregunta muy ambigua que le hizo arrugar la frente intentando primero responderse a sí mismo. ¿Creía en algo? ¿Lo necesitaba, acaso? Su mirada se perdió en la oscuridad del techo buscando allí una contestación.
—Te lo vuelvo a preguntar: ¿Por qué crees que existen superdotados en el mundo?
Porque son otro de los múltiples errores de Dios apuntó para satisfacer la curiosidad de su interlocutora en ambas cuestiones.
Había hablado casi sin pensar. No le hacía falta tampoco. Era la sensación que le había acompañado desde que era un niño asustado en el colegio, muy por delante de sus compañeros, que actuaban como si él no estuviera nunca delante, y a años luz del director que lo miraba con repugnancia, celos, envidia y miedo. Sólo su profesor, quien realmente amaba su profesión, distinguió la diferencia del rapaz y le guió por otros derroteros. Le dio libertad para aprender a su aire y, merced a una perfecta interacción simbiótica, a través de él y de sus ojos absorbentes de azabache, él mismo redescubrió el gozo de la novedad. También le aportó buenos consejos sobre cómo desenvolverse en clase y en la vida, cómo desenmascarar y esquivar los envites sociales y, sobre todo, la fórmula para desarrollarse plenamente sin tener que rasgarse dolorosamente por dentro. Y, por ese motivo, siempre tuvo a Don Julián muy dentro, porque a él le debía sin duda el no haberse convertido en un monstruo o en un depredador humano para ejercer una caza impía contra la inocente en su sentido más elemental Obra de Dios.
De todos modos, crees en Él susurró la mujer.
No podía ser de otro modo, por lógica. Pero no me gusta. Le mantengo tan apartado de mí como nos tiene Él a todos nosotros con su escandaloso silencio.
Pues esos "errores", como los has definido, han logrado sacar a la luz algunos misterios velados de gran interés.
¿Interés para quién? La voz le salió con un exceso de desdén.
—¡Oh! Pues del general. Para toda la Humanidad. Supongo. Tenemos a uno que ha desvelado la verdadera naturaleza de los virus, después de pasar años preguntándose la razón de una existencia únicamente basada en la destrucción de la vida.
Seguramente están para que los seres vivos sean más resistentes. No tienen otro sentido contestó Afche achicando los ojos con burla.
Representación del virus del Sida que hizo estragos
en la década de los 80 del siglo XX. Cogido
de edufisicafeyalegria.blogspot.com
A pesar del dolor en todos los rincones de su cuerpo, la mujer sonrió.
¿Sabes? La gente piensa que los últimos, los peores, han sido creados como arma para los ejércitos. Es una creencia muy extendida desde que el Sida asomó su espantosa cara en los años 80 del siglo XX y desde entonces la gente está convencida de ello.
El canario perdió la mirada en el infinito y una medio sonrisa se formó en la comisura derecha. Estaba pensando en el mito de los muertos vivientes; uno de los horrores del colectivo universal que más temor le causaba y que, según todos los indicios novelescos y cinematográficos, fueron generados por algún tipo de virus, ya fuera natural, procedente del espacio exterior, por mediación satánica o generado por la mano del Hombre. Cuando regresó de su ensueño se dio cuenta de que Mara Lua le estaba esperando en silencio. No parecía ni molesta ni impaciente.
Lo siento murmuró enrojeciendo.
Nuestro hombre se percató de que, al igual que somos nosotros mismos quienes generamos los gusanos que nos devoran desde el interior en la tumba al convertirnos en cadáveres, los virus los llevamos dentro como parte de nosotros mismos a modo de fórmula natural para el control de la población. Llegado el momento oportuno se reactivan y se liberan. Y fue más allá al desvelar que en cada zona del mundo los habitantes son portadores de un virus determinado que, al mezclarse con las personas de otras partes, causa auténticos estragos porque carecen de defensas naturales contra él.
¿La gripe española de la Gran Guerra? Preguntó Afche realmente interesado.
Probablemente, sí. El sarampión fue terrible en el Caribe a partir del año 1493 con la segunda oleada de españoles infectados con todo tipo de gérmenes; los ingleses usaron mantas plagadas de virus de la viruela para eliminar a varias tribus de indios norteamericanos en 1763; a tus antepasados, los guanches, tres cuartos de lo mismo; la peste negra que asoló Europa en 1348 procedente de Asia... Hay cientos de ejemplos desde entonces. El último de ellos, la fiebre del cieno del año 2397, que surgió del gran vertedero de San Francisco y que se propagó hasta la Patagonia causando cientos de miles de muertos.
Afche alzó una ceja de comprensión.
La vieja Madre Tierra sabe cuándo sacudirse el exceso de población, ¿no?
La Naturaleza es sabia y sabe cuándo movilizarse. Quizá lo lleve marcado por genética divina o quizá sea fruto de la casualidad contestó la mujer, quien empezaba a mostrar signos evidentes de un cansancio agotador.
¿También lo están estudiando?
Algo parecido. ¿Has oído hablar del Proyecto Coleo?
La silenciosa negativa del canario no sorprendió a Mara Lua.
¿Y tú —Afche remarcó el carácter de tuteo, sabedor de que volvía a cambiar de tema de forma brusca—, qué pintas en todo esto, Lua?
¿Yo? Sólo soy el cemento que os une a vosotros, los ladrillos?
¿Y yo? ¿Qué demonios hago yo aquí?
La mujer cerró los ojos con alivio.
Por fin, la pregunta suspiró y le colocó una mano suave como el algodón sobre el corazón al canario. Tú podrías ser quien atraviese la última frontera...
Afche se detuvo en seco contemplando a la mujer alejarse con lentitud por delante de él.
Ya te dije que acabarías mirándote en las pupilas de Dios le comentó entonces muy serio Rafael en un aparte, aunque acto seguido le guiñó un ojo.
Durante el resto de esa exigua tarde le explicaron los pormenores del ambicioso proyecto y la razón por la que hacían acopio de polímatas, que, por cierto, podía entenderse como bastante prosaica, ya que la función de la mayoría de ellos era generar una fuente inagotable de ingresos a base de descubrimientos capaces de suscitar pingües beneficios y mantener todo aquello en funcionamiento.
Básicamente Coleo consistía en enviar a un teonauta tras el velo de la Muerte, pero, a ser posible, manteniéndose vivo durante la misión, para desde allí (fuera lo que fuera a lo que se refería tan ambiguo término) lanzar un cable a la Humanidad a fin de que ella misma se salvara huyendo de un falso destino causado por un capricho de divinidad adolescente y comenzar de nuevo en ese nuevo mundo. Tan sencillamente complicado como eso.
La idea se basaba en algo similar a lo que se planteaba en el capítulo inicial de la muy famosa serie norteamericana "Perdidos en el espacio". Y eso no era otra cosa que remitir a un grupo de voluntarios en un muy prolongado viaje a través de las estrellas con la intención de buscar primero un planeta tan habitable como lo es la Tierra y aproximar después puntos distantes en el Universo mediante portales dimensionales. De esa forma, en momentos de real necesidad, las personas podrían llegar en un instante hasta ese punto huyendo de un peligro o, simplemente, se podría dar pie a iniciar esa colonización espacial de la que tanto se habló en su día, pero que nunca se llegó a concretar.
Traduciéndolo al sueño de Mara Lua, la familia Robinson sería el propio Afche, pero en lugar de aberturas multidimensionales de carácter estelar trataría de buscar otra "puerta" hacia el mundo divino y hallar la forma de que los seres humanos llegaran al otro lado para reiniciar su existencia de alguna manera diferente a la natural. De conseguirse, al menos, se lograría perder el miedo a morir, y eso ya era una buena meta por la que luchar y esforzarse.
La gran diferencia con respecto a esa imaginativa ficción era puramente física: Coleo no consistía en un viaje por el espacio donde antaño se creía de forma fehaciente que estaba Dios a bordo de una nave que consumiera combustible y tiempo. Al contrario, se basaba en algún tipo de desplazamiento por completo desconocido hasta la fecha hacia algo donde lo único seguro era que no se encontraba en el mismo plano corporal de la existencia terrena.
"Si Dios nos había olvidado, convirtámonos nosotros mismos en Dios", era el lema grabado sobre un liso monolito de piedra negra y pulida que se erigía en mitad de una circular sala central, desde la que partían infinitud de pasillos hacia niveles y plantas distantes y rebosantes de secretos sin nombre. Sobre esas palabras aparecía una cita de Goëthe en gruesas letras doradas de oro puro que rezaba como sigue: "Saber no es suficiente; debemos aplicarlo. Estar dispuesto a hacer no es suficiente; debemos hacerlo". Y, al respecto, Mara Lua no era transigente. Todos los que participaban del proyecto, lo conocían a la perfección y tenían una misión o un fin; por ello, más de uno acabó siendo abandonado en algún rincón del planeta falto de memoria (pero con suficiente dinero en el bolsillo como para mantenerse a lo largo de su vida), víctima de su inaceptable pereza o su exceso de confianza en su creencia de que resultaba imprescindible.
Una de las principales dudas de Afche era saber la razón de enviar a un único teonauta en lugar de todo un grupo de privilegiados superdotados que aunaran cerebros e ideas en una misma y potente dirección. Y la respuesta le acabó convenciendo: Al igual que la Muerte era diferente para cada una de las personas singulares, del mismo modo el camino posterior por el que discurrían las almas en el teóricamente definitivo cambio de dimensión no era una opción voluntaria y, por tanto, podría terminarse encarando distintas direcciones o, incluso, opuestas para cada uno de ellos, según determinó otro de aquellos superseres congregados bajo el suelo más árido de Navarra.
Pero el motivo de que el canario fuera "el elegido" era algo que a él mismo se le escapaba.

Tarde de Agosto en las Bardenas Reales, tal y como el autor de esta magnífica imagen titula en el portalpensandoelterritorio.com. Sobrecoge la fuerza de la Naturaleza como maestra del modelado.
De hecho, Afche no podía salir de su asombro. Tampoco tenía muy claro si quería, porque su cerebro comenzaba a vislumbrar la inusitada ambición del proyecto y le atraía con una fuerza inusitada, pero no estaba seguro de su preparación para rematarlo con éxito.
Sólo aquél que duda se acaba haciendo preguntas, y aquí requerimos de mentes inquietas, no de hieráticos sabios incapaces de dar nuevos pasos. Los que ya están de vuelta de todo y creen que no les queda nada por aprender ni se acaban asombrando de las cosas que les rodean se nos antojan inútiles le espetó Mara Lua en uno de sus encuentros ocasionales, que comenzaban y finalizaban cuando ella consideraba, pero que siempre eran abundantes.
Al final, una sonrisa asomó a la comisura de los labios del canario y su mirada se perdió en el horizonte. Exactamente igual que les ocurría a los otros miles que, como él, estaban allí por la razón que fuera. 
¿Pero cómo mantener vivo a alguien en un viaje del que quizá no hubiera retorno, cuya duración se desconocía por completo y que, muy probablemente, acabara siendo abandonado a su suerte con el paso de los siglos? Hubo que echarle un poquito de imaginación.
Resulta que en un latente rincón de Cataluña el viejo profesor Agustí Ferrater Ripoll, que vivía a las afueras de la veneciana localidad de Camprodon en su muy señorial aunque dejada al abandono más absoluto masía, averiguó que un corazón ligero de grasas (más bien, carente de ellas) movía a velocidad considerable una cantidad mayor de sangre más pura y fina. También supo leer entre las oscuras, densas y amargamente profundas líneas redactadas por la Naturaleza que aquéllos que disfrutaban de tan sano órgano eran unos adictos sin remedio al azúcar, pero a cambio apenas consumían proteínas y sí cantidades ingentes de fibra en forma de verduras, frutas y cereales; una dieta que anulaba a marchas forzadas las grasas acumuladas y la que estaba oculta en venas y arterias.
La figura de Darth Vader supo trascender el tiempo y
se acabó haciendo inmortal. Cogida de www.dailyscreens.
Así descubrió que ese tipo de gente tan especial consumía una media de 20 años más que el común de los mortales. Así, al menos, estaba determinado en un centro perdido del Pirineo aragonés, en concreto en un pueblo llamado Vió, donde el maestro Daniel Benito Po, había iniciado un experimento en los albores del siglo XXI con una casa rural en la que combinaba la meditación, el yoga y la comida que producía su propio huerto en busca del verdadero karma, y cuyos discípulos habían sabido prolongar a través de los siglos con bastante buen éxito. Aunque el profesor Ferrater tardó en llegar a esa conclusión, porque en un principio los había confundido con la ingente masa de vegetarianos que proliferaban en los albores del Siglo XXII. Fue prácticamente al final de su vida cuando vio la luz iluminando el último ingrediente de aquel crisol que abría las puertas de la longevidad sin límite: la cerveza, realmente fría, a ser posible.
Todo ello lo fue anotando el ya difunto sabio con meticulosidad y prolija letra en su libreta de campo, en cuya portada aparecía una imagen serigrafiada en sepia de Darth Vader sosteniendo su luminosa espada-láser roja. Y al final de sus escritos científicos plasmó una serie de conclusiones que a los ojos de un profano bien podían parecer una auténtica sarta interminable de tonterías absurdas y sin sentido, pero que más adelante, una vez que sus colegas de la Universitat Rovira i Virgili, donde él ejerció, descubrieron finalmente su refugio y su paradero para llevarse el meticuloso informe una vez fallecido, se tornó altamente interesante. Hasta el punto de que con el tiempo aquella fuente de saber transformó el centro universitario en el referente mundial de los estudios e investigaciones acerca de la inmortalidad, atrayendo ante sus puertas a lo más selecto en la materia, que no era abundante todo hay que decirlo, aunque sí de un nivel de excelencia tal que rozaba la sublimidad.
De allí, empapado hasta la médula y el higadillo del pensamiento del difunto profesor Ferrater, salió Antolín Mariño Ulloa. Nacido en Muiños, de madre gallega y padre lusitano, supo aportar su granito de arena evolutiva desligando al ser consciente del que duerme vivo el sueño de los justos. El primero de ambos prolonga su vida más que el común de los mortales en varias décadas (y en una situación física y mental bastante mejor que muchos de sus coetáneos de 50 años), pero los segundos podrían llegar a contabilizar su edad por siglos en atención a un exhaustivo plan que ligaba sabiamente horas suficientes de sueño reparador, sana y abundante práctica de sexo libre de vergüenza y coacción y una alimentación muy ligera, pero abundante en nutrientes marinos, como algas, bivalvos crudos y pescado de agua salada recién capturado.
Porque estaba claro que la medicina tradicional le estaba ganando la batalla a la enfermedad, pero el estado en el que llegaban los supervivientes a una edad cada vez más longeva dejaba mucho que desear y a los gobiernos les resultaba en exceso oneroso mantener a una cada vez mayor capa de ociosos que no entendían que dejar de trabajar equivaliera a un jubileo y que requerían de tremendos cuidados debido a sus achaques. En definitiva, ¿de qué servía alcanzar una senectud cada vez más profunda, si el cuerpo y la mente no acompañaban y los seres humanos pasaban a ser plantas que otros más jóvenes tenían que mantener? En este caso, vivir más no era sinónimo de una mayor felicidad.
Antolín, de niño, vivió en sus propias carnes numerosas experiencias de hospital, en las que compartió tiempo y vivencias con numerosos familiares terminales por culpa de profusas enfermedades y con un muy desigual desenlace. Pero en su absorbente mente infantil supo discernir con claridad epifánica los que estaban muy bien cuidados de los que pronto abandonaban este mundo por un descuido profesional, y elaboró una tabla mental de minutos de mimo, ingestas alimentarias y restituciones medicinales vía intravenosa que terminó perfeccionando con el paso del tiempo y la adquisición de nuevos y mejores conocimientos en la materia.
El mar como fuente de nutrientes. Cogido
de http://filtracionesdelasalud.files.wordpress.com/
Pero lo que más se le quedó grabado fue la imagen de su prima Anxela, a la que adoraba y que fue capaz de aguantar más de 13 años perdida en los laberintos de la mente conectada a una simple sonda, hasta que su padre, el tío de Antolín, una noche la despidió con gran dolor de su alma acabando en la cárcel por sus actos.
Y la pregunta que se hizo el rapaz fue:"¿Hasta cuándo hubiera aguantado así? ¿Hasta siempre?".
A partir de ese instante buscó una respuesta científica tanto por ella como por él mismo. Y la halló traduciéndola a una fórmula en extremo sencilla que acabó plasmada en el claro papel de aquella vieja libreta de Star Wars que él heredó en conciencia y que le acompañó el resto de su existencia hasta que ésta se extinguió silenciosa como una estrella, pero cuyo resplandor perduró tanto que sus conocimientos tampoco se perdieron.
De hecho, fue la propia Mara Lua quien la adquirió y la puso en manos de uno de sus "niños" hiperdotados para que buscara una aplicación práctica primero en ratones, luego en felinos y finalmente en primates con resultados más que satisfactorios.
Ahora bien, todavía quedaba por dar el paso definitivo; el impulso final para dar el salto multidimensional. Y la lectura del Silmarillion, de J. R. R. Tolkien, inspiró a la mujer en su búsqueda. Así que la Dama del Futuro acudió al mundo más underground del Mod-ernismo, el más alejado de la simple superficie. Escarbó capa por capa y le llevó más tiempo del deseado, pero, por fin, encontró a su agente en un oscuro garito de Vitoria, donde solía actuar de animador nocturno con esa música que enganchaba de forma involuntaria a la clientela y la obligaba a permanecer en el local, el Op-Mondrian, ubicado en un extremo de la calle Fernández de Leceta, siempre "hasta el final de la canción".
Ambos conocían la obra del Inklings escritor británico y pensaban de corazón que la creación del Universo se concibió con el canto; no había más sentido que ése. Alguien había comentado muy sabiamente eso de que un pueblo podría carecer de comida, medios y destino, pero siempre, siempre, siempre contaría con la música como fórmula de escape hacia una existencia alegre. Y, precisamente, ese gozo neuronal era "algo" perfectamente mensurable, en opinión de Merc, que así se hacía llamar aquel number con alma de face, y se medía con ondas cerebrales que coloreaban con diferentes impresiones pigmentadas las sensaciones humanas ante las notas entonadas. En este caso, sin embargo, el rojo indicaba placer casi extiásico, mientras que el verde marcaba frialdad insensible, y así se lo hizo saber a Mara Lua sin temor a ser considerado un orate.
Hablaron los dos de música, la auténtica pasión de Merc, durante horas interminables y el tiempo se volatilizó entre nocturnas visiones de un amanecer que se irisó de rosa y malva con el asomo de un sol que a duras penas podía a travesar la gruesa capa de polución alavesa.
Con el alba, y un café reparador, Merc le preguntó directamente a su interlocutora qué pretendía de él, y Mara Lua le habló del proyecto Coleo. Como ella esperaba, el joven no le interrumpió en ningún momento y supo escuchar con educación y sin perder palabra hasta el final de su alocución. Entonces, aquella persona que básicamente se alimentaba de música apuró su capuchino con sabor a canela y avellana, se alisó el radicalmente aterciopelado cabello de la nuca y encendió un Royal Crown especialmente elaborado para él antes de preguntar con un hilo de voz, pero sin un ápice de falsedad en su tono:
¿Y qué tiene que ver todo eso conmigo?
Tú perteneces a ese sitio le respondió.
Merc hizo un gesto de desagrado con la boca. No era eso lo que quería oír.
No te pido que vivas allí, aunque sabes que te lo merecerías. Sólo necesito que me ayudes.
El genio musical la miró de hito en hito con ojos tristes.
Yo no necesito nada de eso le anunció.
Lo sé...
No me interesa si encontráis a Dios o no. No quiero vuestra eternidad; viviré el tiempo que me corresponda y espero que sea fugaz, pero brillante... Único y mío. Y luego, nada.
Lo entiendo...
¿De veras? Lo dudo.
Nuestra intención no es que seas tú el que traspase la línea, pero te necesitamos para que otro lo haga.
¿Queréis que alguien salve a la Humanidad de sí misma? ¿No os parece pretencioso hasta el absurdo? Hablas de una generalidad, pero obvias que quien fallece y acaba desapareciendo como un suspiro tras la leve cortina que hay entre la vida y la muerte es el individuo. Pase lo que pase luego, es alguien con nombre y apellidos, una edad determinada y perteneciente a una época concreta, con su educación a cuestas, el que se tiene que enfrentar a ese Más Allá en total soledad. De haber, no habrá un Juicio Final al Hombre, sino para cada hombre en particular, y no creo que eso sea justicia en absoluto.
Con cada palabra pronunciada Merc parecía envejecer por el sufrimiento, y ahí Mara Lua vio una puerta abierta.
Queremos una salida para ese individuo, que es quien tiene esperanza... o miedo, o ambas cosas a la vez. Y tú nos la puedes aportar.
Merc suspiró y se dejó caer contra el respaldo de su asiento. En ese momento su cerebro se regodeaba con la canción Take a letter, Maria, de R. B. Graves, que él mismo tarareaba en su interior y sonreía con las caricias de dedos invisibles que le generaban las notas entre las conexiones interneuronales. De esa guisa entornó los ojos hacia Mara Lua.
¿Y ya tenéis a alguien para afrontar semejante hazaña?
La mujer asintió.
¿Cuál es su ambición? ¿Conocer a Aristóbulos?
La sorpresa de ignorancia reflejada en el rostro de la mujer hizo reír a Merc con una risa sana e infantil.
Aristóbulos, ya sabes, el primer ser humano de la Historia que murió y que luego fue en busca de sus semejantes para guiarlos hacia esa vida diferente... Como lo que va a hacer vuestro amigo...
Mara Lua movió la cabeza incrédula ante la explicación de Merc.
¡Oh! Déjalo, no pasa nada. Era una broma.
El joven volvió a encender otro pitillo con aire aburrido antes de atreverse a lanzar un consejo.
Supongo que sabes que la música no será suficiente, ¿no? Esa persona va a necesitar de otro tipo de ayuda y es posible que yo te pueda enseñar el camino hacia ese submundo, cuyo epicentro se encuentra en el llamativo cementerio de Casabermeja. ¿Lo conoces? El enterrador de ese pueblo es un sabio maestro en el adiestramiento de los viajes alucinógenos.
Mara Lua era también sabia, supo entender y se dejó guiar.
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Casi sin transición, Rafael Lorite el cordobés, Mara Lua de todas partes y ninguna y el universal Merc se encaminaron hacia el municipio de la sierra malagueña y buscaron al conocido chamán. Marcial Venzalá formaba, en efecto, parte del equipo municipal encargado de las inhumaciones; concretamente, su función eran las cremaciones, pero en su tiempo libre —16 horas diarias— se dedicaba a profundizar en sus ya amplios conocimientos sobre los efectos de las sustancias psicotrópicas en el cuerpo humano.
Al igual que muchos como él, se había iniciado en tan liberada y liberal actividad en México, con el pueblo Wixárika, expertos en el uso del peyote, no como medicina, sino como fórmula para entablar contacto con la divinidad —tuviera ésta el rostro que tuviera—, lo invisible y el mundo onírico, que resultó ser cualquier cosa menos reparador.
Su experiencia con la mescalina, el agua de fuego casera y el tabaco aderezado duró un lustro, y en ese tiempo se transformó en el occidental que más veces había franqueado, siempre de la mano de un entendido, la estrecha puerta del misterio. Una frágil tolerancia que se quebró cuando estuvo a punto de no regresar entero de uno de sus viajes, que había preferido entablar en irreflexiva soledad. Finalmente lo consiguió, pero en su cerebro quedó grabada la huella de un recuerdo imperecedero y nunca más supo discernir si lo que tenía delante era real o fruto de la fantasía mental de alguien con un exceso de imaginación.
Así que, lejos de amilanarse, prefirió bucear todavía más en las simas más profundas de la segunda mente. Y para ello invirtió otros tres años en la Ámsterdam más alejada del sol.
Con él convivió tanto su antiguo guía mexicano, Mauro, como un negro antillano, de nombre Chicuí, que vivía en una barca mecida por las apacibles aguas del Singelgracht. Además de extraños lujos obtenidos con el ingenio natural del propietario, aquella vivienda flotante guardaba en su interior la mayor variedad jamás vista de sustancias estupefacientes, especialmente setas, que suponían prometedoras opciones de volver a dar la mano a Dios a través de múltiples caminos. Y así lo hizo Marcial.
Mauro, de amplia ancianidad entre los suyos, falleció apaciblemente en la capital de los Países Bajos, pero Marcial había asumido ya de tal manera la capacidad chamánica que únicamente logró dominarla de una forma para evitar que ésta se aferrara a su alma hasta sorberla por completo y dejarla vacía como una carcasa inútil: Y era a través del miedo.
Sólo esa sensación tan pura le devolvía a la realidad y le anclaba a ella como una soga que le ligara sólidamente a la cordura. Así que se inclinó por trabajar en un cementerio, donde la constante visión de ver alzarse a los muertos ávidos de carne fresca y sangrante le tiñó de blanco su larga cabellera a cambio de no acabar babeando en un rincón perdido de su mente retorcido como un ovillo.
Efectos del ácido lisérgico, visto por el artista francés Bernard Dumaine. Cogido de www.emptykingdom.com
Merc le conoció al principio en su faceta de camello, pero enseguida vio a través de él esa luz que irradian algunos seres privilegiados que rayan la eternidad sin necesidad de morir y comenzó a acercarse a él, a hablarle y a conocer su historia, por lo que se decidió a ayudarle a través de las canciones y de sus letras. Con Marcial funcionaban especialmente bien los temas compuestos por Jim Morrison para los Doors, que le conferían esa paz atronadora y necesaria para poder dormir algunos minutos, mientras que a Merc le bastaban unas gotas de ácido gamma-hidroxibutírico a fin de vislumbrar los múltiples colores de la música y los profundos senderos que ésta abre en el portal del universo interno del alma. Sólo así Merc quería ser inmortal, y esa idea estaba a años-luz de lo que cualquier religión vendía para tranquilizar a la vaga Humanidad.
La conjunción de ambas mentes sin límites ni mácula rozaba en lo místico y Mara Lua supo que el complicado crisol de elementos para que su plan fuera un éxito había por fin concluido.
Sólo faltaba preparar al teonauta. Y Afche estaba ya por completo convencido con la idea y dispuesto a ser alumno de todos para doctorarse en una redundante, pero nada banal, mitopiética sobre la verdad de la existencia.
A partir de entonces, y durante los siguientes seis meses, le prepararon lo mejor posible para su misión de enlace entre dos mundos. Lo peor de todo fue modificar sus hábitos culinarios, tras obviarle por completo la ingesta de sus adoradas proteínas y pasar de golpe a una dieta en la que lo vegetal predominaba por encima de todo, si bien agradeció que la cerveza continuara presente en todas y cada una de las comidas, aunque no así el café, lo que acabó provocándole un serio dolor de cabeza hasta que su cuerpo se habituó al deshabituallamiento del efecto de la cafeína en su cerebro.
A pesar de que el canario siempre había considerado que dormir era una auténtica pérdida de tiempo, ganó también en horas de sueño. Consideraban que ese estado divino era el más cercano a lo que Afche iba a experimentar durante su magna aventura, por lo que, además de estar mucho más descansado, suponía, asimismo, un excelente entrenamiento para lo que estaba por venir.
Lo verdaderamente malo de tanta duración dilapidada en brazos de Morfeo eran las pesadillas; aquéllas que había conseguido mitigar con los años hasta convertirlas en una mera callosidad del alma insensibilizada, y que regresaron con excesiva fuerza y viveza. Y siempre eran en esencia las mismas con ligeras variaciones, si bien con idéntico desenlace: La razón de su tozuda soledad.
Conoció a Deirdre Banach en un intercambio universitario de verano. Nacida en la casa de piedra más fríamente azotada por el viento gris, espumoso y humedecido del Atlántico en Donegal, le enamoró de inmediato sus siete pecas estratégica y perfectamente repartidas por su fina nariz y su viva mirada malva, que le cortó la respiración cuando se la presentaron. Se trataba de una colega procedente del Letterkenny Institute of Technology que iba a ser su compañera de investigación sobre la posible aplicación de minúsculas esferas cuadrimensionales con inteligencia artificial en la lucha contra el Alzheimer basadas en la velocidad de vibración de las vinculaciones neuronales (a mayor celeridad, más viabilidad de interconexión) medio milenio había transcurrido sin que se hubieran producido apenas avances al respecto en los siguientes meses. Un tiempo que, en realidad, les sirvió para indagarse a fondo el uno al otro hasta hacerse inseparables.
Decir que se había enamorado de ella se antojaba ridículo, simple y nimio. Había un estado más allá del mero arrobo, y en él buceaba Afche con los ojos plácidamente cerrados. Con ella no había suplicio ni falsedades. Su presencia era fresca y siempre nueva como la lluvia en verano. Y olía a vida. Había momentos en los que, incluso, lograba entender el mensaje de la existencia y hasta sonreír le resultaba natural. Una sensación que se multiplicó por infinito con la llegada de la hija de ambos, Naira, nacida en pecado, según estipulaban algunas religiones, pero que era más fruto del amor que muchos de los que buscaban los falsos acólitos de un Dios castigado por ellos mismos en el horroroso tormento de la Cruz.
Imagen del "Hag's Head" (Cabeza de la Bruja),
en los acantilados de Moher. Cogida de
http://travelwagsineurope.blogspot.com.es/
La niña, que apuntaba maneras de pelirroja, pero con los ojos oscuros, los completó a ambos y creció arropada en sabiduría, cariño, alegría y humanidad hasta que al cabo de una década todo se quebró en una angosta carretera de Villadiego, donde un loco embistió con su coche el vehículo en el que viajaba la familia guanche-gaélica y acabó en las aguas del río Brullés con dos cadáveres en su interior y un hombre luchando en la inconsciencia por sobrevivir, mientras algo más arriba, en el asfalto, otra persona se llevaba las manos a la cabeza debatiéndose entre el asombro de haber sobrevivido a la tragedia sin un rasguño y la angustia de no saber todavía lo que había provocado su estúpida imprudencia.
Sólo quería probar hasta dónde aguantaba el coche forzándolo en las curvas fue la explicación que dio a las autoridades antes de ser detenido por homicidio, mientras la ambulancia se llevaba a Afche hasta el Hospital de Burgos, que desde el año 2050 había dejado de ser privado para pasar a manos del Estado tras un escándalo económico-sanitario de tal magnitud que sobrecogió a todo el país.
En sus pesadillas Deirdre y Naira, carentes de rostro, se convertían en cenizas en silencio y se evaporaban ante sus ojos atónitos; ardían sin gritos elevándose hasta el cielo como ebrios papeles quemados bailando al son del viento; se fundían con la ávida tierra hasta transformarse en una simple mancha descolorida sobre la hierba o la nieve; decían adiós con la mano para perderse en una densa y lechosa niebla... Pero nunca hablaban escudándose en un doloroso silencio que le abrasaba por dentro. Entonces despertaba con lágrimas y ya no volvía a dormir en lo que quedaba de madrugada. Tampoco al día siguiente resultaba de utilidad para el proyecto, pero nadie, por encarecida recomendación de Mara Lua, le molestaba ni tampoco le reprochaba la pérdida de otro valioso día.
De igual modo, durante todas esas semanas, y de forma persistente, un equipo médico multilingüe y variado medía sus constantes vitales y adaptaba el singular tratamiento al menor cambio o asomo de riesgo.

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La vieja Dama del Futuro, una mañana por fin, le guió hasta una estancia de puerta circular como la estancia de un Hobbit. No le dijo nada esa vez, pero le invitó a entrar poco antes de fundirse con las sombras del pasillo ahogando un gemido de dolor. Afche la vio desaparecer y se volvió al escuchar un carraspeo.
¿Qué música sueles escuchar?
El canario estudió con descaro a su interlocutor. Era más joven que él, pero no parecía tampoco como un mozalbete. Peinaba canas, pero mantenía un abundante cabello recortado con flequillo que le recordó la imagen de un famosísimo grupo del siglo XX que revolucionó el mundo musical y, al mismo tiempo, el del consumo en general. Calzaba botines negros lustrosos y como nuevos que se asomaban por debajo de unos pantalones alejados de las formas campaniformes en los que no se reconocía el menor atisbo de arrugas ni deformaciones.
Su voz era cálida y sirvió de bálsamo para Afche.
Ninguna.
No hubo reacción alguna. Ni de asombro ni de malestar. Aunque asintió con la cabeza antes de invitar al canario a sentarse en un sillón similar al de las primeras barberías, pero de una confortabilidad inusitada.
Me llaman Merc y voy a averiguar qué ritmo mueve tu corazón y tus pensamientos.
Afche sí sonrió divertido.
De acuerdo; soy todo tuyo.
Entonces, relájate.
Así lo hizo contemplando el niki de cuello alto negro que vestía Merc y que combinaba a la perfección con una fina americana oscura de insospechada comodidad. Sobre su cabeza le colocaron una especie de casco ligero de cuero marrón repleto de sensores en su interior, pero carente por completo de cables. Frente a él había una gran pantalla plana y sin reflejos que aguardaba como dormida a que la animaran para iluminarse.
Tienes que cerrar lo ojos le solicitó Merc.
¿No puedo ver lo que va a pasar?
No duele, si es eso lo que te preocupa.
No, era simple curiosidad.
Quizá más adelante, entonces. Pero hoy no.
Y Afche obedeció.
Escuchó, entonces una cascada de notas perfectamente cosidas entre sí, aunque pertenecieran a temas y autores diferentes. Eran retazos lo suficientemente cortos como para que en la prueba sonaran abundantes compositores, pero no tanto como para resultar molesto el salto constante de uno a otro y, además, en conjunto sonaron como una única composición. Efectivamente, Merc era un genio y eso le hizo sonreír. Reconoció algunas obras que le hicieron ladear la cabeza, hasta que una voz líquida, vibrante y llena permaneció en el ambiente sin que nadie la alterara.
Mozart.
¿Mozart?
No puedes hablar. A ti te pone la ira de Astrifiammante por voz de Luciana Serra, y mucho le explicó Merc.
¿De qué hablas?
La Flauta Mágica, Mozart, el aria Der Hölle Rach...
El canario callaba con un silencio denso para desesperación de Merc.
Efecto de la música en el cerebro, según un estudio del Instituto de Neurobiología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dirigido por el médico e ingeniero biomédico Luis Concha Loyola. Cogida de http://tarantulacollective.com/
¡Joder con los superdotados! ¡Ni puta idea de música, oiga! Masculló. Lo mejor es que te dejes llevar, ¿vale? Cuando acabe el tratamiento te lo mostraré con imágenes.
La curiosidad de Afche se despertó y asintió sin hablar. Merc continuó luego con la prueba.
Media hora más tarde Afche pareció despertarse de un profundísimo sueño.
Al final no te va a hacer falta ayuda para volar, amigo. Casi te vas al otro lado sin necesidad de empujarte mucho bromeó el genio musical para desconcierto del canario. Chanzas aparte, esta primera sesión no ha sido muy fructífera que digamos, aunque he descartado un buen puñado de estilos musicales y fragmentos de canciones. ¿Quieres verlo?
Sin esperar respuesta, Merc puso en marcha la máquina después de retirarle de la cabeza el casco sensor. Al principio parecía muerta y luego se encendieron chispazos verdosos que se apagaban y brillaban de forma intermitente.
Eso es que pasabas totalmente de lo que estabas escuchando le explicó el elegante joven.
De repente, un brochazo bermejo ardió en mitad de la pantalla provocando una alarma interior en Afche.
Y ahí lo tenemos comentó el otro. Una muy hermosa reacción placentera ante la obra de la divina Euterpe.
¿Se supone que tengo que entender algo?
Merc le contempló sopesándole y comprendió a la primera. A Afche nadie le había explicado el proceso de su proyección como teonauta para que su mente continuara siendo virgen y no acabara contaminándolo de forma involuntaria con su voluntad consciente. Hubiera podido optar por decirle que se trataba de la evolución natural del escáner conectómico de Van Wedeen, sólo que con una tecnología y unos materiales mucho más avanzados y adaptados a estímulos bastante más concretos, porque aquel primitivo aparato captaba las ondas de un cerebro sometido a presión y estresado por las circunstancias del test, pero ahora la especialización permitía, de forma relajada, captar las reacciones ante diferentes impulsos: musicales, gastronómicos, sexuales, políticos o, incluso, laborales. Pero entendió enseguida que se trataba de una pérdida de tiempo. Así que se lo resumió con palabras muy sencillas, como a él le gustaba que le explicaran las cosas, como si fuera un niño:
Esto, amigo mío, es el cañón con el que vas a iniciar el viaje y mi compañero tiene en sus manos la mecha que lo hará disparar.
Tu compañero, ya...
Merc sonrió pícaro antes de encender un Royal sin ofrecerle uno a Afche. Estaba claro que el canario no fumaba, pero a partir de ahora se iba a hartar. Literalmente, se iba a poner morado.
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Los siguientes siete días alternó las visitas a Merc con la iniciación al inconsistente mundo de las drogas de la mano de Marcial Venzalá. Dio el primer paso con preocupación, y no sólo por el aire desequilibrado de su maestro, que a la larga le demostró tener más aplomo que muchos de los que había conocido antes, sino por el temor a las secuelas que pudiera dejar en él la mezcla que se avecinaba de sustancias alucinógenas.
Así, Merc desveló los acordes que despertaban el hipotálamo de Afche y muchos de ellos se concentraban en canciones de Soul y los ritmos netamente caribeños. It's a shame, de los Detroit Spinners, casi abrasa la pantalla con la lava generada por el canario; algo parecido tuvo lugar con el Ali Baba, de john Holt, pero ocurría lo mismo con partes del Venus, de los Shocking Blue, el I love you, baby, de Frankie Valli, o el Somebody to love, de los Jefferson Airplain... El canario iba a ser un hueso duro de roer y le iba a dar mucho trabajo, pero se trataba de un reto que Merc asumió con gusto.
Con Marcial dio la primera calada a un cigarrillo de polen doble cero. Se atragantó con el humo, se mareó y el sabor le resultó repugnante, pero aprendió a reírse de sí mismo, de su profesor y de todo lo que le rodeaba y, finalmente, le acabó pidiendo a su compañero que liara otro "igual" o "parecido". Paso a paso, fue pasando a mayores con LSD o el sempiterno Drinamil, hasta que por fin, en ayunas, una mañana al mediodía, le hizo probar el pan de los dioses con toda la parafernalia del ritual que le enseñaron en México.
Quiero que sepas que esto no crea adicción de ningún tipo le explicó en primer lugar Marcial a Afche.
El canario asintió sin decir palabra.
Pero te advierto que sabe a rayos añadió riendo.
El canario ofreció su más conspicua cara de circunstancias y el otro rió aún con más ganas. El sol caía a plomo sobre el desierto de las Badenas. Aún así, el chamán andaluz preparó una hoguera que quedó chisporroteando entre ambos y luego comenzó a entonar una canción entre dientes en un idioma incomprensible mientras extraía con sumo cuidado de un saquito de cuero marrón y muy usado varios gajos secos de color parduzco y un aspecto nada atractivo. Le tendió primero uno al canario.
Mastícalo sin prisas y cuando veas que lo puedes tragar, lo haces. Es bastante amargo, ¿eh?
Afche se llevó el gajo a la nariz y la arrugó con desagrado.
Huele a tumba dijo.
¿Qué me vas a decir a mí que de eso sé un rato? Cómetelo.
Así lo hizo, creyendo en que los efectos iban a ser inmediatos. No pasó nada, ni siquiera cuando se lo tragó. Marcial seguía cantando entre dientes y le volvió a ofrecer otro trozo, pero él no probó ninguno. Así, hasta cuatro veces.
El calor era intenso y ambos comenzaron a sudor copiosamente, pero Marcial no le permitió beber agua, aunque sí le recomendó que se relajara y no pensara en nada en especial.
Limpia la mente de imágenes, porque podrían influir en tus visiones.
¿Visiones? ¿Eso es lo que voy a experimentar?
Entre otras cosas, sí.
¿Buenas o malas?
Depende de tu predisposición le contestó entre risas entrecortadas el chamán. Y como Afche no le acompañó en lo más mínimo volvió a ponerse, no sin esfuerzo, serio. Bueno, pero para eso estoy aquí. Soy tu guía y mi voz te va a acompañar en todo momento, ¿de acuerdo?
Transcurrieron más de tres horas sin que nada extraño aconteciera, y Afche comenzó a sospechar que el producto que le había dado Marcial estaba mal o caducado. Hasta que de repente el corazón pareció ir por su cuenta, latiendo de forma acompasada. El canario se asustó. Luego los pulmones se ensancharon y pudo aspirar la bocanada de oxígeno más grande que había conseguido en toda su vida. Fue una sensación de plenitud absoluta y sus pupilas se dilataron con dicha.
¡Joder! Estoy vivo. ¡Mira qué vivo estoy!
Afche casi podía distinguir el color del alma de Marcial y absorbió luz incluso de los rincones más oscuros del desierto, allí donde las sombras creaban imágenes caprichosas en las laderas de los montículos.
Esto está muy bien añadió.
Pero Marcial no le respondía. Le escrutaba los ojos con cuidado, como forjando un lazo invisible entre ambas miradas, hasta que finalmente se introdujo como un fantasma en el interior de la mente del canario.
Cuidado ahí dentro comentó Afche con una sonrisa y los ojos como platos; hay cosas muy delicadas que no quiero que se rompan.
Y estalló en una risa cristalina y sincera.
Ese día, Afche y Marcial caminaron de la mano por invisibles sendas estelares a través del espacio y del tiempo, y cada vez que el canario pretendía independizarse de su guía, el malagueño le retenía a su lado silbando una tonada relajante y repetitiva. Al lado de ambos brincaba como loco un gran perro negro 
Algún día, muy pronto, viajarás en solitario y te verás acompañado de tu propio nahual para protegerte le indicó Marcial, y Afche sonrió como un niño al que le acaban de dar una palmadita en la espalda de ánimo, reafirmación y de asentimiento.



Imagen de un cadejo negro, primo hermano del nahual. Cogido de elprimerpasoalmiedo.blogspot.com
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Transcurrieron cuatro meses y las sesiones conjuntas entre Marcial y Merc con Afche se fueron intensificando. La mezcla de peyote con determinado tipo de música obraron verdaderos milagros en el canario. Por lo pronto, había conseguido librarse de la pesadez de los bajones propios del viaje cuando el cuerpo vuelve a convertirse en armazón de carne y sangre compacta para el alma y ésta se ancla forzada de nuevo a la tierra y al cieno. Pero seguía con las pesadillas que resaltaban aún más su soledad.
No es que el hombre tuviese hambre de compañía. Pero las necesitaba a ellas más que a nada en el mundo, y si hubiera estado seguro de que quitándose la vida se iba a reunir con sus dos amores perdidos, lo habría hecho hacía ya tiempo. Mucho tiempo.
Intentaba llenar el insaciable vacío que habían dejado aprendiendo sobre cualquier materia que cayera en sus manos. Y lo hacía con extremada rapidez. En un periodo muy pequeño tenía controladas sus experiencias psicotrópicas y llegó incluso a considerar innecesaria ya la presencia de Marcial.
Pero estaba del todo equivocado.
Llevaba tanto tiempo recluido en su interior, que su nahual se había asalvajado y únicamente había permanecido al margen de su presencia en el ultramundo sólo porque el malagueño irradiaba un aura de seguridad que lo adormecía y le hacía retroceder. Sin embargo, cuando Afche optó por viajar en solitario, a pesar de cumplir con todos los ritos aprendidos, el nahual se le apareció en forma de malsano cadejo, que lo acosó de mil maneras diferentes desde el primer momento hasta que el canario, aterrado por las visiones, se dejó caer formando un ovillo con los brazos y las piernas y sin querer regresar a la realidad.
Cuando lo encontraron inmóvil y a pleno sol habían transcurrido cuatro horas desde su acceso al más allá y Marcial advirtió que él no podía hacer nada desde el exterior, por lo que todo estaba en manos del propio Afche. Si bien Merc se las ingenió para tejer una red musical que envolviera al viajero hasta hacerlo regresar de manera voluntaria con los vivos, aunque tan maltrecho en su cuerpo por la intemperie como en su alma por la penosa experiencia que tardaron varios días en recuperarlo por completo. Y, aún así, la vergüenza del superdotado le obligó a mantenerse al margen de todo y de todos encerrado en sus dependencias otra semana más antes de atreverse a mirar de nuevo a la cara a Marcial, quien, no obstante, le recibió y trató como si nada hubiera ocurrido.
No obstante, el malagueño tomó nota en silencio y, además de a volar, le enseñó a controlar sus miedos en cualquier circunstancia y a reconocer al nahual para que éste le volviera a contemplar como a un igual.



Y llegó, por fin, el gran día. Lo decidieron al alimón Merc y Marcial tras una más que inquietante experiencia en la que Afche casi se les va literalmente al más allá disparándose las alarmas en la pantalla del sibarita musical. El chamán malagueño tuvo que echar mano de toda su fuerza de voluntad y experiencia para que el canario no se le escapara riendo como un niño detrás de un luminoso cometa multicolor que se cruzó en el camino de ambos, y llegó, incluso, a perderlo de vista justo antes de que Afche se ocultara tras un vaporoso telar de bruma grisácea a través del cual creyó entrever una dimensión abrumadoramente diferente a la habitual en este tipo de viajes. Pero lo logró recuperar.

Mi intuición me decía que yo no hubiera podido pasar al otro lado explicó Marcial al consejo reunido ante él, del que formaban parte Mara Lua, Rafael y Merc. Por eso, creo que Afche ha encontrado "el" camino, pero no me fío y tenemos que perfeccionar todavía algunos flecos que podrían ser peliagudos para él.
¿Como cuáles? Inquirió el cordobés.
No creo posible conseguir un cien por cien de control sobre nuestro amigo, y, por tanto, la misión podría perderse... Y Afche también.
—Bueno. Es un riesgo asumible respondió la dama de antigua belleza ante el estupor de Marcial. Lo que importa es que él llegue a su destino, y luego el tiempo dirá lo que puede pasar. En cualquier caso, todos vuestros avances y estudios están meticulosamente registrados para recomenzar cuando lo veamos conveniente.
¿Es que hay otros como Afche? Preguntó, entonces, Merc, mientras encendía otro pitillo de su marca habitual.
Mara Lua tardó en contestarle.
Es difícil, pero no imposible...
Se acordó, pues, otorgar un margen mayor de tiempo, a modo de prórroga, en el que el canario fue debidamente adiestrado en el autocontrol de las sensaciones y en la percepción de las visiones como algo sobre las que él pudiera influir de manera voluntaria. De tal modo que el teonauta no estuviera única y plenamente a merced del devenir arbitrario del viaje, sino que tuviera la opción de contar con un timón para gobernar con un mínimo de posibilidad la nave mental en la que iba a transformar su cuerpo en breve.
Fueron dos meses más. Muy largos y especialmente densos, en los que Afche se sorprendió al descubrir un yo del todo diferente al que estaba acostumbrado a tratar cada vez que se miraba al espejo. En su reflejo creyó descubrir un brillo de esperanza, pero desconocía el motivo de ello. Mara Lua se lo hizo saber sin ambages.
No pienses que las vas a ver a ellas le dijo.
¿A qué te refieres? No entiendo.
Tu mujer; tu hija. ¿Crees de verdad que vas a reunirte con ellas?
"¡Ah! Así que era eso", pensó el canario. "Por eso me falta el aire cada vez que pienso en el salto que voy a dar. No es miedo. Es mi deseo de estar con ambas".
¿Por qué no iba a ser así? Le respondió en una clara actitud defensiva. Si de verdad hay un Cielo, no pueden estar en otro lado...
Es que tu misión no es buscarlas, sino dar una nueva esperanza a la raza humana. No te está permitido salirte del programa dijo secamente la mujer.
¿Y cómo piensas controlar eso? ¿Cómo podrías impedir que primero tratara de encontrarlas y luego me dedicara a cumplir este sueño tuyo que te tiene obsesionada?
El canario gesticulaba dando largas zancadas en la pequeña estancia que era el despacho de la dama de belleza insondable. La mujer le detuvo apoyando una mano blanda en su hombro.
Afche, no lo entiendes. No se trata de una orden caprichosa. Es, antes que nada, una recomendación. Sabes mejor que nadie que la relatividad temporal es una constante continua tras la muerte. No sabemos el tiempo que va a transcurrir desde tu partida hasta que logres tu objetivo. Pueden ser segundos, días o años. No podemos permitirnos el lujo de que desvíes tu atención de tu objetivo primario...
¿Y único?
¿Cómo?
Mara Lua estaba sorprendida de verdad con la pregunta. Afche se lo pensó un instante para elegir bien sus palabras.
¿Y si primero me ocupara de buscaros el camino para llegar hasta mí y, una vez acabado mi cometido para el que me estáis preparando, intento hacer realidad mi anhelo?
La dama sacudía la cabeza de forma negativa sin creer en lo que estaba escuchando.
No sabemos... No tenemos ni la más remota idea de lo que vas a tardar con todo esto. Es posible que cuando acabes hayan transcurrido décadas. No hay seguridad en esta empresa...
¿Tratas de decirme que puedo morirme antes?
Afche sonrió con tristeza ante la boca abierta de la mujer, que se había quedado sin palabras y trataba de disimular el dolor permanente de su cuerpo enfermo.
¿Qué más me daría? Le contestó con dulzura. Prácticamente estoy muerto en vida. Voy hacia un más allá que no tendría que aceptar de ninguna de las maneras ningún tipo de actividad vital si antes no ha pasado por el trámite del deceso. Dicen que le pasó lo mismo a la Virgen María, pero Ella fue una elegida de Dios y yo me voy a trasladar hasta allí de forma voluntaria. Siendo nadie, siendo menos que nada y sin merecerlo.
Hizo una pequeña pausa antes de proseguir.
Sólo digo que asumo el riesgo, y no veo mejor recompensa al éxito que me permitáis seguir allí sin necesidad de regresar. Voy a tener todo el tiempo del mundo. Una eternidad entera para mí. Y si puede ser con ellas, mejor que mejor.
Mara Lua se le quedó mirando largo rato. Luego le besó en la boca.
Haz lo que tengas que hacer le espetó antes de empezar a marcharse y fundirse por última vez con las sombras. Dudo mucho que nos volvamos a ver. Te deseo la mejor de las suertes... Por tu bien; por el bien de todos.
El alivio de Afche le permitió estar desacostumbradamente alegre hasta el instante de iniciar el viaje.


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Un hermoso cielo estrellado sobre Afganistán. Imagen cogida prestada de www.a1tinta.es.
El despegue se produjo de noche, a pleno aire libre, mientras los ojos de Afche se llenaban de estrellas que horadaban la oscuridad del firmamento sobre sus cabezas. Parecía que su número se hubiera multiplicado hasta el infinito y el canario pensó que muy pronto se iba a perder en esa inmensidad insondable. No sintió miedo. Tenía prisa por empezar.
A los lados de la camilla estaban Merc y Marcial preparados para la operación y sin hablar. También miraban hacia arriba complacidos y finalmente se despidieron de él.
Ha sido un honor conocerte y tenerte como maestro le dijo al malagueño.
Fue divertido, sí respondió el otro mientras chocaba su puño con el del canario.
Ha sido toda una sorpresa descubrir cuál era "mi" música. Gracias por todo.
El modernista asintió levemente con la cabeza y le hizo un guiño.
No ha estado nada mal, la verdad señaló Merc, saludándole al estilo de la Roma antigua antes de colocarle el casco cerebral.
Luego Rafael se le acercó brevemente y le dio ánimos.
Siempre supe que daría contigo dijo el cordobés. Era mi destino. Tengo mi fe por completo depositada en ti.
Luego pareció perder todo rasgo de solemnidad y las pupilas le brillaron pícaras.
¡Qué cabrón! Soltó de repente haciendo que los presentes levantaran las cejas asombrados. ¿Pues no te vas a codear con los más grandes?
Y rió bien alto, a pleno pulmón. Y con él se contagió Afche, y Merc y Marcial y algún que otro científico de los que luego tendrían que tratar de mantener sus constantes vitales el máximo tiempo posible.
Después se hizo el silencio y Afche se marchó por fin.



Se sentía muy bien sin las ataduras propias del cuerpo físico. Pero no reconoció el lugar al que habitualmente viajaba de la mano de Marcial. Silbó con convicción y a su lado apareció su nahual, que le miraba fijamente con sus amenazantes ojos rojos. Su presencia suponía para Afche una inquietante mezcla de tranquilidad costumbrista y un sabio miedo por haber experimentado muy íntimamente el poder y la habilidad de aquella ancestral figura que casi acaba con su existencia.
No sé dónde estamos dijo entonces.
Donde siempre. Dentro de ti y en todas partes fue la respuesta.
¡Oh, sí! Es cierto. Ya lo reconozco todo. Es por aquí.
El canario creyó caminar sobre la niebla de sus alma seguido de cerca por el cánido animal, que apenas podía distinguirse sobre el fondo oscuro de la Nada global, multiubicua y omnipresente. Sólo las brasas de su rostro destacaban con un brillo magnífico e intenso, iluminando el camino que se abría ante ellos a medida que el hombre lo iba recreando.
De fondo reconoció las notas del Cool Jerk, de The Capitols, y pareció moverse más rápido (en la pantalla de Merc, al "otro lado" de las cosas, todo era de un esperanzador y constante color carmesí).
Una inmensa cortina temporal se abrió ante ambos sin aviso, y en ese punto el hombre se detuvo y pidió al nahual que no lo siguiera más allá.
Aquí nos decimos adiós.
El ser semejante a un lobo en constante crecimiento asintió, y de un ágil salto se fusionó con Afche a la altura del pecho.
Somos uno. Siempre lo fuimos, sólo que tú no lo sabías. No estás solo, ni yo tampoco. Donde vayas, allí estaré yo le dijo una voz interior y se sintió reconfortado.
Por eso, cuando atravesó la fina barrera espacio-temporal inconsistente, aunque opaca, lo hizo con paso firme, con una sonrisa en la boca y sin rastro de dudas en su mente. Toda su voluntad estaba centrada en lo que se ocultaba detrás de aquel portal.



FIN



Epílogo

El cuerpo de Afche permaneció inalterable y sin mostrar huellas del paso del tiempo durante casi dos siglos más. Finalmente, el Gobierno Ibérico, que así se denominó tras la reunificación de España y Portugal en octubre de 2026, localizó el emplazamiento bajo el desierto y desmanteló la organización por considerarla subversiva y de una clara ofensa al Altísimo, si bien se guardó muy mucho de desarbolar la trama económica creada por Mara Lua mediante superdotados que suponía sustanciosos beneficios para la Hacienda Pública. Durante un tiempo se mantuvo estable el cuerpo del canario, ya que mostraba claros signos vitales y nadie se atrevió a desconectar de la vida a alguien que estaba perfectamente sano, sólo que a una distancia infinita de allí. Dicen que un científico encargado de su cuidado lo vio sonreír de forma abierta y prolongada antes de caer en su hierática quietud de nuevo. Pero, finalmente, un soldado que custodiaba las instalaciones 187 años más tarde quebró sin querer el complicado aparataje al que estaba unido y lo tuvieron que dar por muerto, a pesar de que el cuerpo continuaba sin deteriorarse al cabo de tres semanas. Por último, lo enterraron en el cementerio de Tudela, en una tumba anónima.

Durante el asalto militar y policial, tanto Rafael Lorite como Merc y Marcial lograron escabullirse discretamente y se separaron amigablemente antes de tomar rumbos muy diferentes. Con los bolsillos y las mentes repletos de riquezas y de experiencias inolvidables el trío disfrutó de una larga existencia antes de que sus vidas se extinguieran con un brillo mayor del habitual. Porque todos ellos, a su manera, alcanzaron la meta de la felicidad, y en el caso concreto del cordobés, su increíble fe en Afche le hizo aspirar a un Más Allá plagado de promesas y esperanzas suficientes como para colmar todas sus expectativas. Que eran abundantes.

Mara Lua falleció un año después de la marcha de Afche. Su enfermedad fue excesiva para sus ya flacas fuerzas, pero tuvo la suficiente voluntad como para ser capaz de dejar las cosas bien atadas tras de sí. Incluso había localizado a otro sujeto que marcharía detrás del canario para asegurar el éxito de la misión. Murió arropada en una extraña paz de color celeste que la elevó por senderos insondables, como si una mano amiga la guiara hacia su destino, fuera éste el que fuera.

De la misión poco se sabe. Algunos aseguran haber visto sutiles túneles de gusano que se formaban de repente en la estancia donde reposaba el cuerpo de Afche, pero no perduraban lo suficiente como investigar en su interior. Aunque, al parecer, fueron numerosos y todos en exceso endebles. De ser verdad, algo había fallado o no se había tenido en cuenta a lo largo de todo el proceso para rematar el Proyecto Coleo. El caso es que no dio tiempo para instruir a nuevos teonautas que colaboraran con Afche desde el "otro lado" y se terminó aparcando para olvidarse en un polvoriento rincón. Pero los papeles y el total de la investigación jamás llegaron a destruirse, muy a pesar de la irreverencia que para el poder establecido ello suponía, porque no dejaba de ser tampoco una posible salida a nivel más global cuando la Humanidad estuviera preparada.

El mito asegura que Afche llegó perfectamente a alcanzar su meta. Allí, merced a la intemporalidad en la que se había sumergido, acabó descubriendo cómo enviar ese cabo salvador más allá de la brumosa cortina y ése lazo no era otro que la música, capaz de entretejer caminos sólidos hacia la Vida temporal. Pero se trataba de recuerdos de canciones que tan pronto venían como se iban y el resultado carecía de consistencia.

Dicen también que el inmortal canario se reunió definitivamente con Deirdre y Naira y que fue él quien acudió a recibir a sus amigos y compañeros de proyecto para que la transición les resultara más sencilla a la hora de buscar sus respectivos futuros en la Otra Vida. También susurran que pudo compartir largas y complicadas partidas de ajedrez con un Dios aburrido, al que terminó convenciendo para que acabara mirando de nuevo con curiosidad hacia su Creación... Pero eso fue antes de que él y su familia se marcharan fugándose por otra de las múltiples puertas abiertas en la inmensidad de Todo lo que Es y Existe.

¿Que quién soy yo? Un simple espectador de estos acontecimientos y el actual guardián de todo este saber. Y, por supuesto, otro será el que tenga la suerte de escribir las páginas para continuar esta historia que tanto me afectó hasta el punto de marcar, desde entonces, toda mi esencia vital.



Como suele ocurrir, incluyo temas musicales por alusiones. Éste es "It's a shame" de los Detroit Spinners. Una delicia.




It's a shame (Es una vergüenza)
It's a shame, the way you mess around with your man (Es una vergüenza la forma que tienes de hacer perder el tiempo a tu hombre)
It's a shame, the way you hurt me (Es una vergüenza la forma que tienes de hacerme daño)
It's a shame, the way you mess around with your man  (Es una vergüenza la forma que tienes de hacer perder el tiempo a tu hombre)
I'm sitting all alone by the telephone (Estoy sentado solo junto al teléfono)
Waiting for your call when you don't call at all (Esperando una llamada tuya que nunca llega)
It's a shame (sha-ame), the way you mess around with your man (Es una vergüenza -vergüenza-, la forma que tienes de hacer perder el tiempo a tu hombre)
It's a shame (sha-ame), the way you play with my emotions (Es una vergüenza -vergüenza-, la forma que tienes de jugar con mis emociones)
It's a shame (sha-ame), the way you mess around with your man (Es una vergüenza -vergüenza-, la forma que tienes de hacer perder el tiempo a tu hombre)
You're like a child at play on a sunny day (Eres como un niño jugando en un día soleado)
But you play with love and then you throw it away (Pero tú juegas con el amor y luego lo arrojas a un lado)
Why do you use me try to confuse me (¿Por qué estás tratando siempre de confundirme?)
How can you stand to be so cruel (¿Cómo puedes soportarte siendo tan cruel?)
Why don't you free me from this prison (¿Por qué no me liberas de esa prisión)
Where I serve my time as your fool (Donde sólo actúo como si fuera tu loco particular?)
It's a shame (sha-ame), the way you mess around with your man (Es una vergüenza -vergüenza-, la forma que tienes de hacer perder el tiempo a tu hombre)
It's a shame (sha-ame), the way you hurt me (Es una vergüenza -vergüenza-, la forma que tienes de hacerme daño)
It's a shame (sha-ame), the way you mess around with your man (Es una vergüenza -vergüenza-, la  forma que tienes de hacer perder el tiempo a tu hombre)
I try to stay with you show you love so true (Intento quedarme contigo para enseñarte lo que es el amor verdadero)
But you won't appreciate the love we try to make (Pero no quieres apreciar el amor que tratamos de crear)
Oh, it's-a got to be a shame (¡Oh! No puede ser otra cosa que una vergüenza)
Why do you use me try to confuse me (¿Por qué estás tratando siempre de confundirme?)
How can you stand to be so cruel (¿Cómo puedes soportarte siendo tan cruel?)
Why don't you free me from this prison (¿Por qué no me liberas de esa prisión)
Where I serve my time as your fool (Donde sólo actúo como si fuera tu loco particular?)
Got to be a shame (sha-ame), the way you mess around with your man (Tiene que ser una vergüenza -vergüenza-, la forma que tienes de hacer perder el tiempo a tu hombre)
Ohhh, it's a shame (sha-ame), the way you hurt me (¡Oooh! Es una vergüenza -vergüenza-, la forma que tienes de hacerme daño)
It's a shame (sha-ame), the way you mess around with your man (Es una vergüenza -vergüenza-, la forma que tienes de hacer perder el tiempo a tu hombre)
You've got my heart in chains and I must complain (Tienes mi corazón encadenado, y tengo que quejarme)
I just can't be content oh, look at (unintelligible) (No puedo estar contento, ¡oh! Mira a)


Para mí, Mozart es la eternidad en papiro y es uno de los compositores (una raza que a día de hoy prácticamente se ha extinguido) que más me ha influido siempre. de hecho, es omnipresente en este cuento. Esto es su "Confutatis".


Confutatis maledictis, (Rechazados, malditos)
flammis acribus addictis, (Condenados a las crueles llamas)
voca me cum benedictis. (Llámame con los bienaventurados)
Oro supplex et acclinis, (Te ruego suplicante y humilde,)
cor contritum quasi cinis, (Con el corazón hecho casi cenizas)
gere curam mei finis (Que me cuides en mi final.)


Me ocurre otro tanto con este tema concreto de Carl Off. "Carmina Burana". Aunque reconozco mi absoluta ignorancia ante otras composiciones del autor de marras.


O Fortuna, (¡Oh, Fortuna!)

velut Luna (como la luna)

statu variabilis, (cambiante,)

semper crescis (siempre creciendo)

aut decrescis; (y decreciendo;)

vita detestabilis (detestable vida)

nunc obdurat (primero oprimes)

et tunc curat (y luego alivias)

ludo mentis aciem, (a tu antojo;)

egestatem, (pobreza)

potestamem (y poder)

dissolvit ut glaciem. (derrites como el hielo.)

Sors immanis (Destino monstruoso)

et inanis, (y vacío,)

rota tu volubilis, (tu rueda da vueltas,)

status malus, (perverso,)

vana salus (vano es el bienestar)

semper dissolubilis, (y siempre se disuelve en nada,)

obumbrata (sombrío)

et velata (y velado)

michi quoque niteris; (me mortificas a mí también;)

nunc per ludum (ahora por el juego)

dorsum nudum (traigo mi espalda desnuda)

fero tui sceleris. (para tu villanía.)


Sors salutis (El Destino está contra mí)

et virtutis (en la salud)

michi nunc contraria (y la virtud,)

est affectus (empujado)

et defectus (y lastrado,)

semper in angaria. (siempre esclavizado.)

Hac in hora (A esta hora)

sine nora (sin demora)

cordum pulsum tangite; (toca las cuerdas vibrantes;)

quod per sortem (puesto que el Destino)

sternit fortem, (derrota al más fuerte,)

mecum omnes plangite! (¡llorad todos conmigo!)



No puedo estar hablando de un cuento tan hispánico sin introducir a algún músico que mantenga algún tipo de lazo con esta tierra. El ritmo de este Bolero es hipnótico, como supongo que pretendía su autor, el francés de ascendencia vasca Joseph-Maurice Ravel.


Este tema de Mod-ernista tiene NADA, pero os aseguro que en mis años mozos me embrujó, por su cadencia, su tempo, su hipnótico ritmo, pero sobre todo por su genial y exclusiva letra, que me hizo viajar con melancolía entre galaxias a bordo de una aeronave similar a la del Barón Rojo. He optado por esta versión, porque es la más cuidada, pero me falta, como si me hubieran arrancado un trozo de esencia, las dos parrafadas que declamaba una chica en versiones más antiguas, pero también primitivas en el sentido despectivo de la palabra. Aviador Dro y sus Obreros Especializados con "Selector de Frecuencias".


La letra (en negrita la citada parrafada)

He repasado mis cintas de recuerdos 
cuando volabas conmigo 
erguidos en la cima del mundo 
desafiando su sonido. 
Ahora tu cuerpo yace hibernado 
en una cápsula especial; 
y sólo puedo estrechar el vacío 
y sólo puedo esperar. 

Casi no hay luna esta noche 
tengo parado el reloj 
camino por el aeropuerto 
buscando tu constelación. 
He vuelto a mi viejo hangar 
donde aprendí a pilotar; 
he puesto a punto mi biplano, 
mientras comienza un temporal.

Selector de frecuencias 
selector de frecuencias 
selector de frecuencias 
selector de frecuencias 

Quizá hoy veas 
lo que yo no he visto: 
el aerodromo 
donde todo empezó; 
nuestro trabajo, 
nuestro amor 
y el nuevo desarrollo 
de la industria. 

He despegado con la lluvia, 
el viento azota mi rostro. 
Quiero encontrarte en las estrellas, 
quiero verte brillar de cerca. 
Los rayos cruzan a mi lado, 
saludando al aeroplano; 
y yo me siento una vez más 
el triunfo de la creación. 

Selector de frecuencias 
selector de frecuencias 
selector de frecuencias 
selector de frecuencias 

Quizá hoy llegues 
donde yo no llegue: 
otros mundos, 
otras estrellas, 
para empezar 
otra vez 
desde mucho 
más alto.

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