viernes, 13 de junio de 2014

¿Friki? ¡Tu padre!... Por si acaso.

Cartel correspondiente a la edición de 2011 del Día del Orgullo Friki. Cogido de http://trinit.es/

No está nada mal. Ocho años después de la primera edición, hace unos días, merced al aviso de mi amigo montillano Toni Luque, me enteré de que existía el Día del Orgullo Friki. Así, de sopetón. ¿Y qué? Se preguntarán muchos. ¿En qué afecta a este insigne proyecto de mediocre escritor? Pues, amigos míos todos, he de reconocer que BASTANTE.
Ésta una historia muy vieja, de cuando el Mundo era joven; casi de cuando el primer suspiro del Big Bang todavía irradiaba luz primigenia y del todo original sobre una Tierra prácticamente virginal de vida humana... Por entonces yo vivía en Cáceres. Una ciudad en la que he experimentado lo mejor y lo peor, donde me conocí por primera vez, me volví a perder y me encontré de nuevo justo antes de asombrarme del camino por donde iba a empezar a deambular el resto de mi vida.
Pero antes que eso fui felizmente un niño. Un ser pueril con una capacidad de imaginar intensa y nada despreciable. No quiero pecar de falsa modestia y, de hecho, echando una mirada al pasado siento envidia de lo que fui desde lo que ahora soy.
Quizá para intentar explicar este vibrante embrollo tenga que dar un salto hasta el año 1977, cuando con 11 añitos menda estudiaba 5º de Educacion General Básica (EGBléase con veneración (y no es un chiste). Recuerdo que empezaba el calor veraniego extremeño, con lo que podría haber sido perfectamente junio (¿mediados? Puede ser, sí). Lo que no tengo constancia es de que hubiera visto con antelación nada acerca de lo que iba a dejar una muy honda impresión sobre mí. Bueno, miento. Baste recordar que en mi tierna pre-pre-preadolescencia las salas de proyección dejaban entrever escenas de las películas en forma de fotografías junto al propio cartel (era una práctica que a día de hoy echo mucho de menos, porque me preparaba para lo que iba a ver mucho mejor que los trailers de hoy en día en los que prácticamente te cuentan toda la película) y el Cine Coliseum, ubicado en pleno corazón de la ciudad palaciega, no se quedaba al margen de tan sana costumbre.


Cartel de la película que marcó un antes y un después en el cine y en mi vida, ¡qué diantre! Cogido de horrorelhorror.blogspot.com
Así que durante algo más de una semana antes del estreno en Cáceres, cada vez que pasaba por las ventanas laterales de vidrio del cine, me detenía a contemplar a ese chaval rubio vestido con traje de judo que nos apuntaba con una especie de pistola megadesarrollada, un montón de navecitas como si fueran un enjambre de abejas y un fondo estelar plagado de estrellas y planetas de un Universo que te invitaba a explorarlo de la mano de uno de los malos más atractivos de la historia del celuloide: Darth Vader (aunque en el cartel no estaba especialmente conseguido, la verdad).
Por supuesto, era Star Wars, la Guerra de las Galaxias(*) para el españolito de a pie. Sin más. Sin capítulos. Aquí apenas nos dimos cuenta de que se trataba de la "cuarta parte" de algo mayor. Sencillamente, era una película completa y redonda en sí misma (si no hubiera sido así, ¿por qué comenzar entonces una saga en ese punto de la historia?).
El público de aquella época intuyó que se estaba produciendo un punto de inflexión en el devenir del cine; se había dado un paso hacia algo diferente y más grande. Las productoras encontraron un filón en el que hundir sus aguijones hasta dejarlo seco del todo (Galáctica, Star Trek, Moonraker...) y el dinero corrió a raudales.
Pero para mí simplemente era una historia que me encantó. Algo se expandió en mi cabeza cuando la vi en pantalla grande hasta la obsesión (acudí a verla cinco veces seguidas y me aprendí los diálogos que repetía a la par que los personajes para disgusto de los demás espectadores; adquirí el álbum y lo completé con todos los cromos incluido aquel maldito 37 de Luke comprobando las unidades R2 antes de comprarlas a los jawasque fue el último que conseguí; también compré el cómic y todo tipo de muñecos...) y me alegré a la par cuando la Estrella de la Muerte reventó en mil chispazos, pero Darth Vader, a cambio, se salvaba de la quema tras dar varias angustiosas vueltas de campana con su caza espacial antes de terminar controlándolo  para perderse en el espacio.
No obstante, era una manía que trataba de ocultar a los demás. Me había dado cuenta de que sólo me había afectado de esa manera a mí y que si mis compañeros de clase se entusiasmaron con aquella fantasía galáctica en los primeros días, luego ese afán se enfrió y acabaron dirigiendo su hambre natural hacia otras cuestiones. Yo, por el contrario, cuanto más devoraba menos saciado me sentía, y eso lo notaron los demás y comenzaron a mirarme como a un bicho extrañito; un niño rarito de mirada lúgubre que, además, dibujaba a la Muerte para el examen de Dibujo justo antes de Navidad (al menos la huesuda mano aferraba con amistad una copita de cava mientras sonreía obligada a la audiencia).
Así que me callé por mi propio bien y dejé de imitar a Vader en público.
Pero hubo un profundo antes a eso. Algo que me llevó indefectiblemente hacia la adoración de la Guerra de las Galaxias. Y comienzo enumerando en primer lugar un auténtico cómic-book que me regaló mi señora madre, María Jesús Collantes Estrada, por mi noveno cumpleaños y que me abrió los ojos hacia un mundo de color y acción y fantasía con una sutil carga de violencia realista, reflejo de la sociedad norteamericana de entonces (Nosotros teníamos al Lute y ellos su Crimen Organizado, su maldita Guerra Fría que nos heló la sangre a toda una generación y todavía estaban recomponiéndose de los últimos coletazos de la sangrienta aventura en Vietnam).
Recopilación de la saga de 12 números de los Cuatro Fantásticos y Námor, donde comienza un triágulo amoroso entre Mr. Fantástico, la Chica Invisible y el príncipe atlante Námor
Se trataba de un libro en pasta dura de los Cuatro Fantásticos, con el interior en blanco y negro, pero la portada con una genial mezcla explosiva de rojos, azules, naranjas y amarillos (el pelo de la sensual y maravillosa Sue Storm). Precisamente ella protagonizaba el grueso de la historia mientras buscaba a su amor perdido, el príncipe Námor, con una cámara móvil por el fondo de los mares, ante el tremendo sufrimiento de su prometido Reed Richards. Pero antes que nada me sobrecogió la brutal fugacidad del descerebrado Johnny Storm.
Cuando acabé de leerlo quería ser la Antorcha Humana; yo sabría utilizar mucho mejor que él ese inmenso poder ígneo y su capacidad para el vuelo, y así jugaba con algunos niños en el recreo (ubicado en la azotea del estrecho edificio que acogía al Colegio Licenciados Reunidos, en la calle Gómez Becerra donde, además, había unos excelentes descampados para hacer guerras de piedras con otros chavales del barrio o de cualquier otro punto de la ciudad palaciega, en la primera fase de EGB) de maravillosas vistas de la ciudad sobre la que yo me veía volando y ellos estirando brazos y piernas rompiendo muros de un puñetazo o desapareciendo de la vista... Pero, como siempre, durante escasos minutos.
En fin. Fue mi primer cómic, pero mi pasión por ellos sería posterior a esas tiernas 9 primaveras grapadas al cuerpo. Antes tendría que pasar también por esa extraña pasión que nos inculcó, a mí y a una buena parte de los compañeros de clase, Luis Álvaro Rubio Jiménez por determinadas historias de la Literatura a base de acaloradas lecturas teatralizadas, como el cuento (con más muertos por página de la historia) de Jack London, "Koolau, el leproso" (que para mi enorme sorpresa lo plasmó con maestría en una sabrosísima obra irrepetible el magnífico lápiz de Carlos Giménez) o "Las ratas", de Miguel Delibes, con el avispado Nini y su desgraciado padre que acababa gritando aquello de "¡Las ratas son mías! ¡Las ratas son mías!" en un apoteósico y violento final.
Y antes de viajar por un atenazado Universo bajo el puño de hierro del Imperio oculto en el seno del Halcón Milenario como polizonte, el Cine Coliseum (el más próximo a mi casa) me brindó otras aventuras inmersas en las purpúreas películas de Serie B, hasta arriba de marcianos, platillos voladores, arañas gigantes, hombres primitivos que cohabitaban con dinosaurios o seres radiactivos; los terrores clásicos de la rojísima por la sangre, aunque quizá también por una ligera capa de mentalidad política Hammer, con el sensacional Christopher Lee como señor de los vampiros y un Peter Cushing-Van Helsing irrepetible (que luego agradecería ver como gobernador Grand Moff Tarkin y líder absoluto de la Estrella de la Muerte y su destino, que me hizo de perfecto anfitrión y amigo para adentrarme de su mano en la mitología georgelucasiana); los otros monstruos "de siempre", como la momia o el hombre-lobo (honor y gloria al inmortal Paul Naschy-Jacinto Molina); y toda una amalgama infinita de títulos bizarros procedentes de Italia y Japón, que me forjaron como persona (para bien o para mal).
Fue la época en la que las sesiones continuas pipas permitidas y todo prometían doble ración cinematográfica, en las que tan pronto gozabas con Los Tres Mosqueteros o El Zorro, como con las encantadoras payasadas del galo-hispano Louis de Funes (inmenso en aquel papel del furtivo Blaireau) o las aventuras de Los Tres Supermanes, los desastres cataclísmicos urbanos de Gorgo o Gozdilla o la increíble fuerza de Maciste (alter-ego del mismísimo Hércules y primo hermano de Sansón).
Una de las películas (que vi) de la saga de Los Tres Supermanes.

Cuando recordé a Gorgo me vino de inmediato este título soberbio de la filmografía nipona sobre monstruos radiactivos. 

Impresionante Maciste en esta película que se salía un poco de las de su saga particular, más bien insertada en las películas de Romanos o Griegos o de la Antigüedad, donde la mitología clásica era dueña y señora del celuloide.
No podemos olvidar, tampoco, algunas otras películas de corte más serio que descubrí bien a través de la pantalla pequeña, como la inconmensurable "La noche de los muertos vivientes", de George A. Romero, hecha en 1968 y que me abrió paso a un mundo de terribles pesadillas (placenteras, eso sí) con el tipo de monstruo que más horror me causa, sin lugar a dudas, o bien en la gran pantalla, como "El exorcista", dirigida en 1973 por William Friedkin, y que me llevó a la lectura literalmente aterrorizado de la novela homónima de William Peter Blatty; y, por supuesto el mismo caso para "Tiburón", magníficamente hecha en 1975 por Steven Spielberg, que me hizo aborrecer por pánico el mar, si bien en este caso no recuerdo muy bien si antes me leí la novela de Peter Benchley o si fue al revés. El caso de "Alién, el octavo pasajero", de Ridley Scott (1979), es muy posterior, aunque, por supuesto, me dejó una impronta indeleble en mi psique personal.
Todo ese batiburrillo fílmico tiene que dejar huella en un niño sí o sí. De hecho, recuerdo perfectamente muchas tardes de vuelta a casa por el Parque de Cánovas, a la sombra de las frondosas moreras que allí había plantadas (y que alimentaron a generaciones y generaciones y generaciones de gusanos de seda), narrándoles historias inventadas a los demás compañeros sobre la vida cotidiana y costumbres de Drácula o cualquier otro ser de la noche que conociéramos todos (la gracia estaba en que todos reconocieran de quién estaba hablando).
Pero a finales de la década de los 70 del siglo pasado se produjo todo un hito en la Televisión Española que congregó los sábados por la tarde, justo después del Telediario y antes de la Sesión de Tarde, es decir a las 15.00 horas, a la gran mayoría de la chiquillería masculina (y algunas chicas también, pero en mucho menor medida) ante la caja tonta: el nacimiento y la posterior evolución de un joven japonés al que sin comerlo ni beberlo le pusieron sobre sus hombros la inmensa responsabilidad de salvar al Mundo. ¡Ahí queda eso!
Ésta es la imagen que guardo de Mazinger Z, la original y la que aquí, en la Piel de Toro, disfrutamos durante unos cuantos meses todas las tardes de sábado entre mayo y septiembre. Cogida de www.cuandoerachamo.com.
Koji Kabuto vio la luz en TVE el 4 de marzo de 1978, en un capítulo titulado "El nacimiento de un robot maravilloso", en alusión a Mazinger Z, un inmenso androide de guerra tripulado directamente desde su cabeza mediante un aerodeslizador como control de mandos. Estaba hecho con una nueva aleación la Z a base de japonium tratado con energía fotoatómica (¿os suena de algo esta fuente para el posterior adamantium de Lobezno?), y teóricamente era indestructible.
Al igual que la Guerra de las Galaxias, esta serie de dibujos animados tenía algo que trascendía lo meramente ameno. A unos pocos nos tocó el corazoncito y disfrutábamos con cada capítulo en los que los personajes siempre, siempre, siempre tenían que evolucionar a ir un paso por delante del enemigo: el Doctor Infierno y sus secuaces, el Barón Ashler (un hermafrodita de verdad y no un simple hombre afeminado o una mujer con exceso de testosterona; era un auténtico mitad hombre-mitad mujer), en primera instancia, y el Conde Brocken (un fantasma decapitado) tratando de hacer méritos para ocupar el puesto del primero, y un inmenso ejército de robots malvados dispuestos a hacer añicos las urbes de todo Japón (los constructores nipones estaban continuamente frotándose las manos).
Pues bien, tanto yo como un feliz compañero de clase y mejor persona, Carlos Manzano Canelo, nos pasábamos los lunes de clase hablando de los nuevos robots que Mazinger Z destrozaba, aprendiéndonos sus nombres o dibujándolos en cartón para recortarlos luego y jugar a escondidas del profesor. Cuando la serie cobró reconocida fama, ya no nos hizo falta semejante alarde de manualidades caseras: en los Phoskitos venían en un material lo suficientemente resistente como para poder coleccionarlos y luego, además, salió el álbum, que ambos compramos y rellenamos con verdadera fruición.
Portada del álbum de cromos de Mazinger Z, que rellené y completé en mi segunda niñez (Por cierto, el robot con cara de calavera y grandes guadañas a modo de cuernos es Garada K7, que cayó ante Mazinger en el capítulo dos, junto a Doublas M2, un ser de dos cabezas que lanzaba rayos por la boca). Cogido de tardesdephoskitos.blogspot.com
Parece que todo iba encaminado en una única dirección en la forja de mi personalidad. Estaban los cómics de la Marvel, en los que predominaban las historias de los super-héroes, cierto, pero que te regalaban al final de la publicación oscuras historias de no más de dos páginas de terror, ciencia ficción o fantasía, que eran, sin lugar a dudas lo mejor de todo (de una de esas historietas saqué el guión para un cortometraje, "Hambre Mortal", que hicimos en 1996 tres locos, con Paul Naschy de protagonista); pero, igualmente, las publicaciones con horrores de ultratumba, como el Creepy o Dossier Negro, a los que me aficioné a escondidas (evidentemente). También estaban los enormes descampados de Cáceres, sobre todo los que había en la calle Ronda del Carmen (allí había uno en concreto donde me agencié la tapa de un cubo de basura, al estilo de los de Don Gato, para emular al Capitán América); los libros de elfos, duendes, hadas y seres mitológicos de todo tipo que me llenaban por encima de todo (antes, incluso, que el descubrimiento de Tolkien, que me llegó muy tarde, en primero de carrera); los comics de Conan, el cimmerio, personaje de Robert E. Howard, que me acompañó "con una fuerza capaz de levantar un banco que muy pocos hombres de su época podrían" a lo largo de prácticamente toda mi infancia; el LP de Kiss, "Unmasked" (un grupo que por entonces adoraba por su parafernalia y por algunas de sus canciones); la gigantesca bolsa de basura negra en la guardaba mi inmensa colección de muñecos de todos los colores, en los que había desde personajes de la Disney, hasta los de Hanna-Barbera o la Warner, pasando por series como La abeja Maya o simplemente animales salvajes y de granja (nunca los conté, pero podía haber perfectamente unos 3.000 y se los acabé regalando, por recomendación paterna, a un vecino que ni me dio las gracias ni sabía valorarlos en su justa medida. Creo que hoy en día hubieran valido un pastón, que se dice); la lectura profunda, pausada y sin prisas de la Iliada (y, por supuesto, acto seguido de la Odisea), en la que, evidentemente, en aquella época primaban los detalles de la batalla, como aquella lanza que arrojó Diodemes a Pándaro y que se describe como sigue: "...que dirigida por Atenea a la nariz, junto al ojo, le atravesó los blancos dientes. El duro bronce cortó la punta de la lengua y apareció por debajo de la barba...", antes que el fondo y trasfondo de la historia político-económica que semejante aventura ocultaba en su interior... 
Portada del disco Unmasked de Kiss.
Todas esas cuestiones, vistas en la distancia, me hacen pensar que, en efecto, YO FUI EL PRIMER FRIKI DE CÁCERES.
Pero no en el sentido actual del término, sino como algo natural, ingenuo, casi infantil, con cuestiones que brotaban del alma, pero que no me consumían tampoco ni me obligaban a apartarme de todo lo demás para satisfacerme.
Es cierto, que era un niño algo solitario y que prefería montar una buena batalla con mis soldados minúsculos de plástico, antes que jugar a algo colectivo, pero procuraba compartirlo y la verdad es que lograba entusiasmar a quienes les ofrecía mi ocio (durante un tiempo). Pero nunca mostré una imagen de niño de pelo lacio y grasiento, vestido de negro, botas con calcetines de bandas de colores y camisetas con nombres de grupos que nunca se han escuchado, ni mochilas donde guardar secretos sin nombre.
Adoraba el virtuosismo nauseabundo de H. P. (Howard PhillipsLovecraft, maestro y señor inimitable e irrepetible de los terrores que se ocultan en lo más profundo del tiempo; fui feliz con Vickie el Vikingo (fue el primer programa que contemplé en una televisión en color en casa de un vecino), y el mundo brumoso de la inexistente y falsa Celtia me hizo soñar hasta extremos insospechados, pero logré poner los pies en el suelo merced a un Mod-ernismo incipiente que desplegó en mi cerebro chispazos violeta con pildorazos de una música excelente, única y duradera que en Cáceres jamás se entendió, pero que me dio un bonito sentido para entender el mundo a mi manera; a la manera de Hubi.


(*) El Día del Orgullo Friki se celebra el mismo día en que se estrenó la película de George Lucas, es decir el 25 de mayo. Es un más que bonito homenaje.

Por alusiones, imposible no incluir aquí la entrada del capítulo IV de la Guerra de las Galaxias: "Una nueva esperanza", del inconmensurable John Williams. Así como la introducción (en castellano) de la serie de animación Mazinger Z...



Los Nikis y su "El Imperio contraataca", fue un himno malinterpretado por los fachillas de la época y que les hacía actuar como auténticos frikis (escuchándolo extasiados con la mirada dirigida hacia un imaginario sol naciente y el brazo derecho extendido mientras hacían play-back del tema con sonrisa babeante en medio de un oscuro pub).



Este grupo, The Punkles, y su versión de los Beatles, "Help", me ha gustado lo suficiente como para colgarlo aquí.


Y nada más Freak que escuchar a los Ramones entonar la banda sonora de los dibujos animados de Spiderman.

La letra y la traducción, of course.
Spiderman (Hombre araña)

Spiderman, Spiderman (Spiderman, Spiderman)
Does whatever a spider can (hace cualquier cosa que pueda hacer una araña)
Spins a web any size (Teje redes de cualquier tamaño)
Catches thieves just like flies (con las que caza ladrones como si fueran moscas)
Look out, here comes the Spiderman (¡Ojo! Aquí llega el Hombre-araña)
Is he strong? Listen bud (¿Que si es fuerte? Escucha capullo)
He's got radioactive blood (tiene sangre radiactiva) 
Can he swing from a thread? (¿se puede balancear con una tela?)
Take a look overhead (echa una ojeada arriba)
Hey, there! (¡Hey, todos!)
There goes the Spiderman (Ahí va el Hombre-araña)
In the chill of the night (En el frío de la noche)
At the scene of a crime (A la escena del crimen)
Like a streak of light (con la velocidad de la luz)
He arrives just in time (llega justo a tiempo)
Spiderman, Spiderman (Spiderman, Spiderman)
Friendly neighborhood, Spiderman (Tu amistoso vecino, Spiderman)
Wealth and fame, he ignores (Ignora la riqueza y la fama)
Action is his reward (su recompensa es la acción)
Look out, here comes the Spiderman (¡Ojo! Aquí llega el Hombre-araña)
Spiderman, Spiderman (Spiderman, Spiderman)
Friendly neighborhood, Spiderman (Tu amistoso vecino, Spiderman)
Wealth and fame, he ignores (Ignora la riqueza y la fama)
Action is his reward (su recompensa es la acción)
To him, life's a great big bang up (Para él, la vida es realmente cojonuda)
Whenever there's a hang up (Allí donde haya un inconveniente)
You'll find the Spiderman! (¡Te encontrarás al Hombre-araña!)


Éste es uno de los temas del Unmasked, de Kiss, se titula "Easy as it seems"  y su inicio de bajo a cargo de Gene Simmons no está nada mal. Cantaba Paul Stanley.


La letra y su traducción.

Easy as it seems (Tan fácil como parece)

I've been your lover for too many years, (He sido tu amante durante muchos años)
I'm through with wastin' my time (estoy harto de perder el tiempo)
You been out runnin' without any fear, (te largaste para correr sin miedo)
tell me why, (Dime por qué)
I wanna know the reason why (Quiero saber la razón)
(It's easy as it seems) (Es tan fácil como parece)
'Cause it's easy as it seems (Porque es tan fácil como parece)
I keep on hearin' your road never bends, (sigo escuchando que tu camino no se tuerce)
you ain't committin' no crime (no estás cometiendo ningún crimen)
I hear you're sleepin' with one of my friends, (he oído que te has acostado con uno de mis amigos)
tell me why (Dime por qué)
I wanna know the reason why (quiero saber la razón)
(It's easy as it seems) (es tan fácil como parece)
'Cause it's easy as it seems (porque es tan fácil como parece)
When you're walkin' out on your dreams, (cuando te pierdes caminando en tus sueños)
you just walk away (tan sólo te pierdes)
I played your boyfriend for too many years, (actué como si fuera tu novio durante años)
you know it's drivin' me wild (Sabes que eso me estaba volviendo salvaje)
I've seen you cryin' without any tears, (te he visto llorar sin lágrima alguna)
like a child (como una niña)
You wonder all the reasons why (Uno se pregunta de mil maneras por qué)
(It's easy as it seems) (Es tan fácil como parece)
And it's easy as it seems (Y es tan fácil como parece)
When you're walkin' out on your dreams, (cuando te pierdes caminando en tus sueños)
you just walk away (tan sólo te pierdes)
If it takes forever, I don't mind, (Si va a durar una eternidad, no me importa)
if it takes forever, I've got time (si va a durar una eternidad, tengo tiempo)
All that I wanna know, (Lo único que me intriga es saber)
can you lay it on the line (si puedes controlarlo)
'Cause if it takes forever, (porque si eso va a durar una eternidad)
you know I'm gonna find out (sabes que al final me enteraré)
(It's easy as it seems) (Es tan fácil como parece)
Yeah it's easy as it seems (Sí, es tan fácil como parece)
When you're walkin' out on your dreams, (Cuando te pierdes caminando en tus sueños)
you just walk away, walk away (tan sólo te pierdes, te pierdes)
(It's easy as it seems) (Es tan fácil como parece)
Oh it's easy (easy), (¡Oh! Es fácil, fácil)
easy as it seems (tan fácil como parece)
Yeah it's easy (easy), (¡Sí! Es fácil, fácil)
oh it's easy as it seems (¡Oh! Es tan fácil como parece)
Oh it's easy (easy), (¡Oh! Es fácil, fácil)
oh it's easy as it seems (¡Oh! Es tan fácil como parece)
Yeah it's easy (easy), (¡Sí! Es fácil, fácil)
easy as it seems (tan fácil como parece)

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