jueves, 11 de octubre de 2012

La lección del rey

Una nueva (y cortita) entrega de la serie Deliciosamente Humano, para los que gustan de lo insólito sin salirse de lo común. La idea, no es original mía, sino que se la escuché en Pamplona a uno de mis profesores (no recuerdo muy bien si a Carlos Soria o a Gómez Antón) y se me quedó grabada. Luego descubrí, que se trataba de una historia del Siglo XI, que difiere de la mía en personajes, habla y moraleja.  Reza así:
 
 
Picapedreros, del excelente dibujante argentino Ignacio Segesso, pillados amablemente de su blog http://ignaciosegesso.wordpress.com/
 
 

Había una vez un rey que no admitía más punto de vista que el suyo propio. Y así, cuando él aportaba su opinión sobre cualquier materia nadie, absolutamente nadie, podía exponer otra diferente porque entonces el rey le apartaba de su lado y perdía su favor de manera vergonzosa.
Al margen de esto, y doy fe de ello, el monarca era una bella persona y gobernaba rodeado de consejeros y ministros que le ayudaban gustosos en lo que podían, siempre que el rey no hubiera optado aún por tomar una decisión irreversible de ésas tan suyas.
Pero, insisto, en cuanto se posicionaba a favor o en contra de algo o de alguien todos sus consultores y amigos, que los tenía y en gran cantidad, pasaban a ser inútiles y veían cómo su intrincada y fina labor dejaba de tener sentido, lo cual era francamente frustrante.
Uno de aquellos ministros, bastante harto ya de la situación, decidió un buen día dar una lección al soberano. Si bien se vio obligado a poner en práctica su idea de tal manera que ni el monarca pudiera llegar a sentirse ofendido ni que él tuviera que afrontar el peligro cierto de acabar con sus huesos en una oscura mazmorra por la osadía.
El escarmiento que le dio fue el siguiente:
Una mañana el ministro le pidió al rey que le acompañara a pasear por las afueras del palacio. El soberano aceptó con ganas y como era un tanto campechano y le gustaba salir de incógnito nadie más les acompañó. Aprovechándose de la curiosidad natural del rey el cortesano se lo llevó a contemplar unas obras; allí se encontraban tres trabajadores machacando rocas. Al verlos el monarca quiso saber de inmediato lo que hacían y fue hacia ellos a toda prisa.
–¿Cuál es tu labor, buen hombre? –Le preguntó al primero.

El obrero se intimidó ante su rey, puesto que le había reconocido, y humildemente respondió:

–Estoy trabajando para ganar el pan de mi familia; soy pobre, mi señor.

El rey se apiadó de él y le entregó una moneda de oro que, evidentemente, pidió prestada a su ministro, ya que él nunca viajaba con dinero encima.

Luego el secretario recomendó al rey, con muchos dimes y diretes, que hiciera la misma pregunta al segundo, un extranjero libre de toda atadura y que no entendía de reyes ni de reinos.

–¿Qué es los que estáis haciendo? –Inquirió de nuevo haciendo caso a su ministro.

El requerido dejó de golpear con su mazo y secándose el sudor de la frente contestó con mala gana:

–Pico piedra, a la vista está. ¿Qué creéis si no que estoy haciendo? –Y sin esperar a obtener una respuesta regresó a su ocupación.

El rey se sintió francamente violento y decidió dar por terminado el paseo. Pero el ministro, quien por un momento había palidecido ostensible y ostentosamente ante el descaro del extraño, insistió aplicando todas sus artes de persuasión para que repitiera la misma operación con el tercero.

–A ver, tú. ¿Qué estás haciendo?

El otro miró al rey sonriendo y recogió una de las piedras de gran tamaño que había logrado arrancar a la tierra para mostrársela al monarca como si fuera un tesoro.
Construcción de una catedral gótica, de www.kalipedia.com
–Estoy construyendo una catedral –explicó contemplando extasiado el lugar donde iba a ser levantado el templo.

El rey quedó asombrado por la respuesta alejándose del tercer obrero, quien todavía miraba al infinito.

De regreso al castillo el rey detuvo al ministro y comenzó a cavilar sobre lo que había visto-

–Lo habéis hecho a posta –le dijo con cierto reproche–. Pero ¿cómo sabíais que iban a responder de diferente modo?

–Porque, majestad, nadie es capaz de ver las cosas de igual manera –aclaró el ministro–. Y os aseguro que no hay mayor riqueza en este mundo que la diversidad de puntos de vista, puesto que todo el mundo tiene siempre algo que aprender de los demás.

A partir de entonces el rey cambió radicalmente de actitud y procuró adoptar una postura más abierta a la hora de tratar los problemas con sus fieles cortesanos.

En cuanto al más capacitado de todos ellos, aquél que se atrevió a abrir los ojos del monarca, fue recompensado con un importante cargo en los confines del reino, lo más lejos de palacio.

¡Oh, bueno! Habrá quien diga que aquello no fue precisamente una recompensa y que, en realidad, el rey se quitó de encima a un listillo que algún día le podría poner en entredicho recordándole cierta experiencia enriquecedora. Nada más lejos de la verdad; salvo por las esporádicas incursiones bélicas de nuestros bárbaros pueblos vecinos, aquí se está muy bien, muy tranquilo, muy relajado… ¡Aunque a veces eche tanto de menos mi fastuosa vida en la corte!
 
 
Para rematar esta faena, nada mejor que un temita titulado Greensleeves, que según dicen compuso Enrique VIII para su esposa Ana Bolena (¿quién sabe si es cierto o no? El caso es que me encanta. Esta versión es la céltica, porque me da la REAL gana, ¡eah!):




Pero la vida no sería vida sin un ligero toque Mod-ernista, de ahí que haya escogido a un "rey" para la ocasión: Ni más ni menos que B. B. King y su canción How blue can you get:

 

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