martes, 25 de septiembre de 2012

A Esteban

Cuidadín con los europeos... (pillado de lahistoriamipasion.blogspot)

Me gustaría comentar lo que recientemente le ocurrió a un camarero de Miranda de Ebro, llamado sencillamente Esteban, por tierras andaluzas. Su periplo, casi de carácter odiseico, se inició hace unos cuatro meses, cuando, según su propia confesión, la pertinaz crisis acabó con su puesto de trabajo en Vitoria. Dejando a sus hijos con los abuelos en su pueblo natal, y pensando en que su dominio de cuatro idiomas le facilitaría ciertamente las cosas en un sector hostelero todavía poco especializado a fecha de hoy, se lanzó a la aventura acompañado de su mujer primero en la costa levantina y después en la Costa del Sol y en Almería, donde nadie le pudo ofrecer ni un miserable empleo, porque, efectivamente, la estúpida, inútil y forzada inmovilidad del dinero impide que la gente acuda alegremente a bares y restaurantes a departir, charlar o divertirse ante una copa o una cervecita, como antaño ocurría, en los buenos viejos tiempos.
Finalmente, y teniendo en cuenta que la mujer de Esteban se encontraba en una situación lamentable tras un accidente sufrido que le había dejado mal la cabeza (no tuvieron más remedio que utilizar los restos de una camiseta para mitigar los efectos de su periodo menstrual), la pareja tomó la decisión de volverse a Miranda sin un solo euro en el bolsillo.
Desconozco cómo, pero el hombre acabó en Córdoba, deambulando como un loco de organismo en organismo para ver si alguien le podía facilitar su traslado en autobús hasta Miranda. Lo intentó en el Ayuntamiento, que lo acabó derivando a Cáritas Diocesanas, donde, al parecer, ofrecen la posibilidad de pagar un billete de transeúnte, pero le dijeron que no se lo podían dar a él, porque “no era cordobés” (cuando, precisamente, ese tipo de ayuda está hecho para gente que está de paso o necesita volver a su patria chica).
Penosa y triste imagen de cómo la publicidad
(en este caso de un banco y sus servicios financieros)
se apodera del icono anti-social por excelencia:
el No Future punk que parece apuntar a la situación de
Esteban. Irónico, pero cierto...
Lo intentó también en la Cruz Roja, pero asegura que fue en vano. Al parecer, no pedía limosna ni comida, sino que alguna organización u organismo oficial le facilitara la cantidad exacta para regresar a su tierra, a Vitoria, porque a Miranda de Ebro no había nada directo (38 euros de autobús nocturno, según explicó). En su desesperación, fue a denunciar la situación a la Policía Nacional, porque no podía dar crédito a que nadie en la ciudad pudiera devolverlo para que su familia se hiciera cargo de él (su mujer ya había logrado viajar hasta el Norte), pero, aunque le comentaron que, en efecto, se trataba de algo denunciable, ni allí ni en los Juzgados le hicieron caso.
Por último, en un ataque casi de locura se topó con CCOO, donde entró para exponer, extremadamente nervioso y de forma atropellada, su situación. Lo hizo casi para desahogarse, porque sabía que en el sindicato, donde han contratado los servicios de la empresa de mi mujer, Yolanda, poco podían hacer por él. Insistió en que sólo buscaba que algún organismo o autoridad le escuchara y denunciar públicamente su situación, pero se marchó de allí rechazando ofendido la recolecta que habían organizado entre los que ese día de verano (mediados de agosto) estaban trabajando en la sede sindical con un lacónico “no quiero limosnas”.
Pero no era tal. Con el esfuerzo de esa gente (algunos de los cuales dieron cinco de sus últimos 20 euros para llegar a final de mes) se había conseguido la cantidad suficiente para que adquiriera el billete, así que se le alcanzó en la calle y se le entregó el dinero que entonces ya sí aceptó para marcharse esa misma noche, asegurando que en el momento en que llegara a Miranda acudiría a la sede de CCOO para llamar desde allí y quitarles esa sensación que tenían algunos de que se trataba de otro “listo” más que les estaba engañando.
No sé si finalmente realizó o no la llamada (Yolanda coincidió con que al día siguiente no fue al sindicato), pero lo cierto es que me dejó muy mal cuerpo la actitud de toda una ciudad con una persona que se encontraba al límite de sus posibilidades para regresar renqueante y sin nada de nada en los bolsillos a su tierra. Es cierto que como él hay muchos, pero no son legión (todavía), y como esto siga por los mismos derroteros será una dolorosa imagen excesivamente habitual que los estómagos delicados no podrán digerir ni la sociedad podrá soportar durante mucho tiempo.
El Bane de Christopher Nolan arengando al ejército de miserables para alzarse contra los "mimados" de Gotham.
 
Se masca el cambio social de los Mayas y espero, por el bien de todos, que no venga acompañado de una violencia descontrolada como la que mostró Christopher Nolan en su tercera entrega de Batman: las masas de desahuciados intentando ascender desde la nada hacia una superficie totalmente copada por los estamentos económicos, políticos y bancarios para que el sistema actual acabe estallando en favor de una situación más justa y equilibrada (por cierto, echad un vistazo a este interesantísimo reportaje al respecto: http://www.jotdown.es/2012/08/batman-contra-el-15m/).
No, no es una revolución al estilo cubano o bolchevique. Ni siquiera a lo chino. Pero sí sería, quizá, algo más parecido a la liberación de la típica colonia en manos de alguna potencia occidental que se sacude de encima el yugo de una metrópolis lejana tanto en la distancia como en el interés por el bienestar de sus súbditos. Al estilo de lo que ocurrió con media América Latina, Filipinas, Sahara y Guinea con España; Estados Unidos, Irlanda (inclusive, a pesar de que también es Europa), India o Egipto con Inglaterra; Indochina y medio África con Francia; Brasil con Portugal; el Congo con Bélgica; Libia y Somalia con Italia o Camerún, Ruanda, Tanzania o Namibia con Alemania; sin ir más lejos (por estar ahí, tan cerca).
Cadáveres españoles en Monte Arruit. La foto fue sacada meses
después del desastre de Annual, tras volver a recuperar las
posiciones el Ejército español.
Podría decirse, por tanto, que se trata de una involución, en vez de revolución, en la que se buscará no ya cambiar de collar al perro, sino que sea el propio animal quien se guíe llevando él mismo la cadena o, sencillamente (lo que sería una maravillosa utopía anárquica) que se supiera desenvolver sin cadenas de ningún tipo, pero sin la muy cretina necesidad de morder tampoco a nadie.
Como bien señala de forma sagaz mi amigo Jesús, la única manera de evitar que se produjera un estúpido e inútil derramamiento de sangre, caos, dolor y rechinar de dientes (es decir, que se desatara el Infierno en la Tierra) en todo este proceso por venir es que la sociedad dejara esa flácida actitud de dejarse llevar de la mano allá donde le lleven los dirigentes (a los que siempre se les culpa de todo si las cosas no funcionan o llegan al desastre) y se involucrara bastante más en la gestión de la vida política, y no tiene por qué ser de la mano de los grises, aburridos y desgastados partidos de toda la vida. Otra solución, complementaria a la anterior, sería la de fomentar, además, la aparición y el milagroso nacimiento de formaciones políticas para nada mastodónticas, sino pequeñas, pero representativas como fiel reflejo de las diferencias sociales que, de hecho, ya existen y que necesitan de cierto tipo de representatividad en los foros pertinentes.
Escena de Tintin en el Congo, donde se mira de una
forma "inocente" el colonialismo belga.
Esto requiere de una condición imprescindible para que el funcionamiento de la nueva sociedad por venir sea no perfecta, porque eso produce auténtica grima en las almas sensibles y apegadas a tierra firma, pero sí lo más harmoniosa posible. Por desgracia para unos cuantos cientos de miles de nuestros compatriotas, la visión del futuro no es apta para la existencia chupópteros, estafadores ni vagos. Se acabó eso de acudir a manifestaciones de trabajadores sin haber dado nunca un palo al agua (que los hay, y muchos, y no me refiero precisamente a los sindicalistas); ya basta de personal que se atreve a darse de baja en un trabajo para realizar otra actividad más lucrativa, al tiempo que sigue cobrando del primero; hay que perseguir a los que fomentan la economía sumergida y a los que se dejan manejar y manipular por ésos. Y, sobre todo, porque me resultan especialmente repugnantes, hay que detectar esos parásitos sociales que no hacen más que poner la mano para percibir algún tipo de subsidio sin merecérselo en absoluto.
La sociedad no puede ser la gran teta de Mamaíta Estado de la que mamar a conciencia y sin riesgo de que se agote sólo porque uno considere que es injusto (y tonto) trabajar y que, por tanto, la mayoría le tiene que mantener por justicia social o, sencillamente, por narices. Hay demasiada gente que confunde la idea de ir a contracorriente con mantenerse al margen de un conjunto mayoritario que, a la postre, crea la situación perfecta que les permite disfrutar de lo imprescindible para seguir adelante y gritar a los cuatro vientos que van contra el sistema, creyéndose, así, más libres.
Nueva forma colonialista (en este caso hispana) a base de empresas en lugar de ejércitos.
 
Ojito ahora con equiparar la detección de esos piojos sociales con su eliminación física, porque no ha lugar, a pesar de las necesidades de radicales de todo corte y color. Localizar significa saber quiénes son para cortarles el grifo y se vean forzados a cambiar de rumbo, pero no reeducarlos o depurarlos al estilo de Lê Duân o de Franco (siempre se da la circunstancia de que los extremos se juntan porque la vida es como un gran círculo fuertemente fusionado). Perder la humanidad (o un mínimo rasgo de ella) es perder la razón, aunque ésta pida a gritos dar de beber a la Tierra con el vino de la vida que corre por las venas del Gran Mono Desnudo, y eso es imperdonable.
 

Aquí corresponde meter uno de los temas de grupos ibéricos que más me han gustado de siempre desde que mi amigo Carlos González, de Vitoria, me los presentó: Hoy todo va mal de los Pánico Speed (dedicado al pobre Esteban).

2 comentarios:

  1. "Jamás llegues a las manos", me decían de pequeño. Y eso es lo que no debemos hacer. No debemos dejar que la desesperación agote los recursos cerebrales que provocan las ideas y pasemos "de golpe y porrazo" a un periodo evolutivo que dejamos atrás hace muchos siglos. ¿Qué hace falta? Desde luego mano dura. Mano dura con los saqueadores de cuentas corrientes, con los impositores de leyes que usan pértigas para saltarlas, con sicarios de pensamientos contrarios a lo establecido.

    Cuesta mucho, y creedme cuando lo digo, negar ayuda a los semejantes. No es fácil apartar la mirada de los problemas comunes de la actualidad (desahucios, despidos, indigencia, paro...). Pero entiendo al que lo hace, quizás, porque cuando mira hacia otro lado encuentra que su problema está en su casa (o en su puente, si vive debajo de él). Las crisis hacen duras a las personas al principio, pero al final, siempre, siempre, muestran lo mejor de cada uno.

    No digo que aspiremos a una "utopía" al estilo del avanzado mentalista de ideales, Tomás Moro (1516). Pensar eso sería de ilusos en una sociedad como la actual. Tampoco podemos llegar al punto de acabar sumergidos en una sociedad como la que aparece en "Un Mundo Feliz" (A. Huxley, 1932), donde reina la felicidad (perdón, "felicidad") y los sentimientos han fallecido a manos de la tecnología y la eliminación del estado del bienestar. Pero si puedo recomendar algún fragmento de "La República" de nuestro amigo Platón (no confundir con el título "Platoon", del gran director/político-activista/rico Oliver Stone) para comprender que nuestros problemas actuales también se produjeron en el pasado. Para terminar, propongo un símil. Podemos recordar a aquel robot que aparecía en la película "Yo, robot" (Alex Proyas, 2004) -basada en el libro "Caliban de Isaac Asimov" (Roger MacBride Allen)-, en la que se descubre por accidente que ciertos tipos de máquinas pueden experimentar sentimientos, y asemejarlo con una sociedad mecánicamente programada en la que, "de golpe y porrazo", aparecen sentimientos e ideales, en este caso, sociopolíticos.

    Porque jamás debemos llegar a las manos mientras queden ideas. Yo aun creo en nuestra capacidad de reacción. Yo aun creo en nuestra sociedad. Yo aun creo que tenemos corazon. Yo creo ¿y vosotros?

    http://www.youtube.com/embed/0r4gYWdSkJs

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    1. Esperemos, querido amigo (y único comentarista en este blog), que el "despertar" de la Humanidad en ese mundo mecánicamente programado no venga acompañado de una dura represión política basada en la violencia de las armas. Me han comentado hoy mismo (28/9/2012) una idea muy sugerente: los de arriba conocen perfectamente hasta dónde apretar: saben que si se acaba tocando la comida, si les retiran el alimento d elas bocas a su gente, todo les puede estallar en las manos, por lo que seguirán adormeciéndonos a base del pan nuestro de cada día (mediante pequeñas pagas subsidiadas que no llegan a los 500 euros mensuales, pero que no dejan de ser eso: unas meras pagas de mierda).
      Lo de que "jamás llegues a las manos" está bien y es asumible, pero ¿a que en demasiadas ocasiones dan ganas de mandar al garete ese consejo? ¡ja, ja, ja! Si es que somos demasiado buenos (o tontos, o subnormales, o gilipollas, o estupidizados, o adormilados, o faltos de neuronas, o...)

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