lunes, 16 de enero de 2012

Microrrelatos (o microcuentos)

Me fascinan los cortometrajes bien hechos y que te dejan un excelente sabor de boca sin llegar a aburrirte. Me encantan los aperitivos que sin obligarte a saciar el hambre, lo acaba engañando y, por ende, deja firmemente clavado en tu memoria un recuerdo imposible de desprender para revivirlo una y otra vez con un poquito de imaginación (en esta materia son maestros, por ejemplo, en el restaurante Bodegas Campos, de Córdoba, merced a su singular "Largo y Estrecho", que tendría que aplicarse en el resto del mundo culinario).
Si lo anterior es cierto, no me pueden dejar de gustar las miniaturas en todos (o casi todos) los ámbitos de la cultura (entendida como forma de vida). Y ahí entran los pequeños muñecos que representan a personajes de series de animación o comics (creo que en mí es toda una obsesión casi enfermiza, aunque los más atractivos para mi espíritu de hurraca raptora son los que me encuentro perdidos en la calle), los minipoemas (tipo Aiku de origen nipón, del que trataremos más adelante) y, por supuesto, los microrrelatos o microcuentos.
Éstos últimos son realmente seductores. Así que, ni corto ni perezoso, recorrí las aguas de Internet para buscar un buen puñado de ellos y plasmarlos en ésta nuestra paginita particular para dos cosas: Que los que no los conozcan sepan de ellos y puedan disfrutarlos y que la gente se anime a escribir alguno (muchas de las ideas que asaltan al ser humano a lo largo del día, especialmente los inspirados en el cuarto de baño, podrían acabar siendo un excelente microrrelato).
Aquí va  mi recopilación (el primero es el que más me gusta de todos, porque es francamente inquietante, si bien literariamente hablando deja mucho que desear; aunque el segundo el cuarto y el octavo no le van a la zaga, y he puesto el nombre del autor de aquellos que he podido averiguar, claro está. Los últimos son algo más largos, pero los nombres son más conocidos):

1) Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.
Thomas Bailey Aldrich.

2) El dinosaurio
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso.

3) Había una vez un colorín colorado
Una vez un príncipe le preguntó a una princesa
-¿Te quieres casar conmigo ?
A lo que ella respondió
-¡NO!
Antonio Skarmeta.

4) El emigrante
-¿Olvida usted algo?
-Ojalá.
Luis Felipe G. Lomelí.

5) De "Crímenes ejemplares"
Lo maté porque era de Vinaroz.
Max Aub.

6) El sueño de Chuang Tzu
Chuang Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.
Herbert Allen Giles.

7) El hombre invisible
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
Gabriel Jiménez Emán.

8) Toda una vida
Lo vio pasar en un vagón de metro y supo que era el hombre de su vida. Imaginó hablar, cenar, ir al cine, yacer, vivir con él. Dejó de interesarle.
Beatriz Pérez-Moreno.

9) Sin título
La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.
Juan José Arreola.

10) Memorias de Juan Charrasqueado
-Yo no lo maté: él solito se le atravesó a la bala.
José Emilio Pacheco.

11) La última cena
El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida.
Ángel García Galiano.

12) Molestia
Sentí una molestia muscular, era la quinta vez que yo nacía.
Enrique Vila-Matas.

13) Chantaje
Y el duque de Leinster anunció molesto:
—Está bien. Acepto.
—Bien. Entonces, ya no tendré que despertar al dragón -respondió el avejentado buhonero.
Javier Martínez Collantes (es decir, yo).

14) Cruce
Cruzaba la calle cuando comprendió que no le importaba llegar al otro lado.
Arturo Pérez Reverte.

15) La gorra
Nadie logró dar con una explicación lógica para el sorprendente hecho, pero el día que Nando, el cartero del barrio, fue atropellado por un tranvía, iba vestido únicamente con su gorra.
Kaveri.

16) Sin título
¿Y qué pretendes? ¿Qué viva desnudo en el tejado?
Autor desconocido.

17) Cada cosa en su lugar
Hay dramas más aterradores que otros. El de Juan, por ejemplo, que por culpa de su pésima memoria cada tanto optaba por guardar silencio y después se veía en la obligación de hablar y hablar y hablar hasta agotarse porque el silencio no podía recordar dónde lo había metido.
Luisa Valenzuela.

18) Sin título
Había una vez una muchacha que le preguntó a un chico si se quería casar con ella. El chico dijo "no". Y la muchacha vivió feliz para siempre, sin lavar, cocinar, planchar para nadie, saliendo con sus amigas, tirándose a todos los hombres que quiso y sin trabajar para ninguno.
Extraído del blog "Retales de Ithilien".

19) Palabras Parcas.
Abelardo, Arsaín, astuto abogado argentino, asesino agudo, apuesto, ágil aerobista acicalado. Atento. Amable. Amigo asiduo, afectuoso, acechante. Ambicioso. Amante ardiente, arrecho. Autoritario. Abrazos asfixiantes, ansiosos, asustados. Aluvión apagado, artefacto ablandado, apocado. Agravado. Altamente agresivo, al acecho. Abelardo Arsaín. Arma al alcance, arremete artero, ataca arrabiado, asesina. Atrapado. Absuelto: autodefensa. ¡Ay!
Autor desconocido.

20) El sueño del rey
-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.
Lewis Carroll.

21) El espejo chino
Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.
Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.
Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.
La mujer le dio el espejo y le dijo:
-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
-No tienes de qué preocuparte, es una vieja.
Anónimo.

22) Una pequeña fábula
¡Ay! -dijo el ratón-. El mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande que le tenía miedo. Corría y corría y por cierto que me alegraba ver esos muros, a diestra y siniestra, en la distancia. Pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
-Todo lo que debes hacer es cambiar de rumbo -dijo el gato... y se lo comió.
Franz Kafka.

23) El pozo
Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.
Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa.
Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.
En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.
"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.
Luis Mateo Díez.

24) El loco
Dejó atrás todo, y ahora hace esculturas extrañas que vende a turistas despistados, y aprende trucos de magia que jamás muestra a nadie. Cree tener cosas que contar, reflexiones nunca dichas, nunca escritas, pero nadie quiere oírlo, ni a él le gusta hablar con gente. Antes, cuando era contable, cada día se parecía a otro día, y soñaba con vivir así, pero sin latas de comida y sin frío. Ahora es libre, o algo parecido, y no tiene que explicarse ante nadie, y come cuando quiere y hace lo que quiere. Pero, incluso ahora, cada día es igual al anterior.
Jordi Cebrián

25) La extranjera
Se han apoyado en la baranda del faro. Han llegado hasta aquí sin miedo.
Atraídos por el amor al vértigo. Guiados por una flecha insolente de la noche. Ella mira hacia abajo. El mar la deslumbra. Olas hinchadas como venas patean su rabia contra la muralla de rocas. Él le pide: Ámame.
Ella no responde. Es joven y cierra los ojos como si estuviera viviendo muchas muertes. Ella teme saltar. Él le reclama: Bésame. La luz del faro indaga por las cosas perdidas y los encuentra a ellos. Amantes de las sombras son el blanco del silencio. Ella quiere saltar porque en su garganta tiene un nudo de reproches. Como él no pregunta, tampoco ella le responde. Su pasado es un mapa deshecho. Viene de un país hundido. No resulta fácil decir lo que se piensa. Y ella piensa demasiado. Ahora abre los ojos para ver el naufragio de su alma. Él la abraza como si quisiera desnudar su rabia. Ella le pide: Mátame.
Nuria Amat.

26) El drama del desencantado
...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.
Gabriel García Márquez.

27) Pan bajo los párpados
Si quisiera podria ir recorriendo todas las habitaciones e ir contando todos los azulejos y todas las fracciones de azulejo que van cubriendo el suelo. Podría abrir el gas de la cocina y al cabo de unas horas encender un cigarrillo. Podría cortarme los cabellos y echarlos a la tortilla. Degollar al periquito. Oler la pared, golpear la pared, pintar la pared. Mirar el mar, hervir las tortugas, comerme las uñas, fundir seis o siete velas, romperme la cara a macetazos, arrojarme por las escaleras... Pero como siempre, al final cojo la ventana y me la guardo en el bolsillo.
Anónimo.

28) Hostal en la ciudad vieja
Sobre la mesilla, junto al despertador, reposa un libro de título curioso: Guía de edificios apuntalados de interés. En la página 37 tiene disimulada una errata: donde dice “Caso antiguo”, debería decir “Casco antiguo”.
El turista sueña toda la noche con paredes que encima se le caen, sin poderlo remediar. Se trata de una pesadilla con errata o clave camuflada: además del sueño de un turista, es un sueño futurista.
Hipólito G. Navarro.

29) Un tipo
Era bastante imbécil. Trabajaba en uno de esos parques temáticos. En invierno se vestía de Silvestre y en verano de Piolín. Los psiquiatras le diagnosticaron síndrome de doble personalidad. Era bastante imbécil. Sonreía dentro de la careta cuando le hacían una foto. Murió el año pasado. Un chaval precoz de once años con pelo largo y ojos guionados le prendió fuego a la poliamida con la punta de un cigarro.
El pobre imbécil se pasaba la mitad de un año persiguiendo y la otra mitad perseguido, la mitad de un año de blanco y negro y la otra mitad amarillo y naranja. Cada uno de esos trajes representaba una personalidad y una temporada, igual que el olor a pipas impregnaba sus tardes de domingo. Su pobre mujer guarda el único traje de trabajo dentro del ropero, en un sepulcro hecho con miles de bolitas de alcanfor, como si fuera un monumento marca ACME. Murió en verano, así que es Silvestre el que yace en el armario.
Fabio Rodríguez de la Flor.

30) El boli
En el sótano de la fábrica F hacen monómeros a partir de derivados del petróleo, los cuales se transforman en polímeros o resinas sintéticas cuando interviene un catalizador. Las resinas sintéticas se suben a la planta principal y se dividen en la cadena A y en la B. En la primera se le añaden elementos termoestables, se calientan, se moldean y producen tubitos de plástico endurecido, recto, hexagonal de 7 milímetros de diámetro y 13 centímetros de longitud, y ligeramente biselado al final. En la cadena B los polímeros se convierten en un poliestireno flexible, que por inyección se transforma en un tubo que cabe en el interior del primero. En la cadena C se acoplan ambos, se pone en la punta un cono metálico dorado con una bolita diabólica y se rellena el interior de tinta (un disolvente mezclado con negro de humo, azul de Prusia, amarillo de cromo u otros pigmentos), se coloca una tapa y un capuchón también de plástico, y ya está hecho el bolígrafo. Parecen todos iguales, pero ca, miles de ellos sólo valen para que los muerdan por atrás los niños, los estudiantes y los oficinistas; otros miles van a parar en exclusiva a las orejas de los comerciantes; también hay miles de ellos que reposan eternamente sin hacer nada en bolsillos de chaquetas o camisas; algunos de estos últimos, rebeldes, eyaculan por su cuenta, destrozan las blusas y son arrojados a la basura; los hay a millares que no hacen más que quinielas; otros muchos se pierden y, en fin, la mayoría de ellos tiene tinta sin misterio. Pero uno entre cien millones lleva en su interior media novela; busca, trabaja con dos de éstos y ya la tienes completa.
Jaime de Nepas.

31) No debería haber teléfonos en el hogar de un minero
Marisa no tuvo que levantar el auricular para saber lo que le iban a decir al otro lado del hilo telefónico: eran las cuatro menos diez de la madrugada y Jaime estaba en el pozu... pero lo levantó.
—Marisa, oye mira que soy Serafín, ¿tas bien?, vete a buscar a la mi muyer, nun tes sola, ye que mira... Marisa oye dime algo...
Marisa colgó el teléfono sin decir nada, arropó a Jacobo que dormía en la cuna y comenzó a llorar. Al poco, sonó el timbre. Eran las vecinas. Ellas tampoco dijeron nada.
Aitana Castaño.

32) Música
Las dos hijas del Gran Compositor -seis y siete años- estaban acostumbradas al silencio. En la casa no debía oírse ni un ruido, porque papá trabajaba. Andaban de puntillas, en zapatillas, y sólo a ráfagas, el silencio se rompía con las notas del piano de papá.
Y otra vez silencio.
Un día, la puerta del estudio quedó mal cerrada, y la más pequeña de las niñas se acercó sigilosamente a la rendija; pudo ver cómo papá, a ratos, se inclinaba sobre un papel, y anotaba lago.
La niña más pequeña corrió entonces en busca de su hermana mayor. Y gritó, gritó por primera vez en tanto silencio:
-¡La música de papá, no te la creas...! ¡Se la inventa!
Ana María Matute.

33) Viaje espacial
A bordo del Ariadna IV:
—Sabes bien que te mantengo herméticamente encerrado únicamente para aliviar mi soledad -dijo el cosmonauta; único ser vivo a bordo.
—Y ambos sabemos que si salgo de esta jaula de cristal devoraré tu carne y me beberé hasta tu última gota de sangre -respondió el upir.
Y los dos iniciaron sin pasión ni odio su enésima partida de ajedrez, mientras la nave se perdía en el espacio en dirección a Orión.
Otra vez Yo (Hubi).

34) Vientos de indecencia
Aquel hombre en extremo pedantes resolvió sus problemas intestinales con una brutal ventosidad que venía guardando en su interior desde que nació a esa vida tan gris que arrastraba.
Su paciente esposa arrugó la nariz con asco y le espetó:
—¡Pero qué guarro eres!
Y el pedante de su marido, de leve y frágil existencia ambiguamente inútil, sin inmutarse, ni tan siquiera esbozar un asomo de sonrisa, le respondió:
—Es mi intelectualidad que se desborda por donde no debe.
Y de nuevo Yo (Hubi).


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