martes, 17 de mayo de 2011

Votos útiles, ideologías inútiles y libertad en las urnas


Hablar de elecciones ahora (con las municipales del 22 de mayo de 2011 a la vuelta de la esquina) resulta inevitable por lo actual del caso, pero, siendo fieles al espíritu del blog, consiste en tratar un asunto que trascienda un poco la actualidad y sea válido para la vida en general (las pequeñas cosas de interés) e incluso para cualquier tipo de elecciones por venir:
 
    Me sorprende que haya mucha gente que pida dejar de lado la ideología a la hora de ir a votar y que se opte en las urnas por el mejor gestor para un ayuntamiento, sea quien sea y milite en el partido que milite. Y me sorprende, aunque sin llegar a ofenderme, por varias razones. Primero, porque un alcaldable de cualquiera de los grandes partidos nacionales (todavía son tres, pero vamos en camino de ser bipartidistas como en los países anglosajones) está inmerso en unas siglas que indican claramente una determinada ideología, por lo que votarlo a él es optar por esa ideología.
    Segundo, porque, en el hipotético caso de que la cabeza de lista tenga visos reales de flotar por encima del interés particular de un partido y parezca que en verdad está interesado en el mejor gobierno de una ciudad para que ésta se desarrolle social y económicamente hablando, por desgracia siempre va acompañado de un grupo (que a veces son banda) que le acaban recordando quién es, dónde está y por quién está ahí. Este caso me recuerda bastante al de Antonio Vélez Sánchez, ex alcalde de Mérida por el PSOE entre 1983 y 1995, que, en mi humilde opinión, resultó ser un excelente regidor, pero rodeado de lerdos en su equipo de gobierno, y que me ha sorprendido presentándose de nuevo a la Alcaldía emeritense encabezando la candidatura de Socialistas Independientes de Extremadura (SIEX); o el de Enrique Bellido Muñoz, presidente del PP en Córdoba entre 2000 y 2002, que acabó siendo defenestrado por su propio partido sencillamente por tener un talante dialogante con el contrario, lo que le llevó a conseguir, en común acuerdo con el entonces secretario general del PSOE en esa provincia, José Antonio Ruiz Almenara, la puesta en marcha de las obras del pantano de La Colada, en la norteña comarca de Los Pedroches, hoy ya terminadas. Y ahora resulta que los mismos que le dieron la puñalada por la espalda hoy lo han recuperado de nuevo como asesor.
    Tercero, porque en Córdoba a la gente le dio por votar a una persona (Rosa Aguilar) más que a un partido (IU) en las municipales de 2003 (su segundo mandato, aunque en este caso quedando por delante del PP) y, al final, esta mujer se acabó marchando al PSOE como consejera de Obras Públicas, primero, y como ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, después, aunque se haya vestido con el manto átono de independiente (pues ni está afiliada al PSOE ni IU mantuvo su afiliación cuando cambió de barco).
    Entonces, ¿de verdad queda alguna opción de votar más con el corazón (a una persona) que con la cabeza (a una ideología que tenga algún mínimo reflejo en un partido)? Pues ojalá que así fuera, porque los que estamos en el limbo ideológico parecemos bichos raros en una conversación entre ideólogos consagrados (ya sean de la misma cuerda o de distinta, que tan sólo es algo más acalorada) y nuestra opinión es considerada como algo inútil para los intereses de los dos (todavía tres) grandes partidos y, por tanto, para sus intereses propios. Tan inútil como nuestro voto, siempre que no acabe en una de esas tres listas.
    Y ésta es otra. ¿Cómo vas a votar en conciencia cuando en más de una ocasión los ojillos y los dedos se te han ido hacia una de esas papeletas de minúsculos partidos o de formaciones que se están ya deshaciendo y la has tenido que soltar de nuevo en el montón por saber que la Ley D'Hont acaba repartiendo luego esos votos residuales entre los grandes sin distinción de ideología o voluntad?
    En todos lados se cuecen habas y todos tienen sus muertos escondiditos en los armarios. Aquí nadie es un santo y la perfección dista muy mucho de cualquiera de nosotros. Los ingleses cambian su voto de un partido a otro dependiendo de cómo vaya el país, y lo hacen sin pudor y sin que nadie les susurre, como un impertinente Pepito Grillo, al oído aquello de "facha" o "rojo" seguido de los epítetos que uno quiera, porque saben que no lo son y que esas diferencias que antaño partieron a un país (el nuestro) en dos, aunque muchos (demasiados) quieran mantenerlas por intereses oscuros y extraños, más vale que se entierren de una vez por todas, ya sean en una anónima fosa común o en el mastodóntico Valle de los Caídos. Aquí debería de pasar lo mismo de forma natural, pero a día de hoy resulta del todo imposible...
    En medio de estas tontas reflexiones, me topé con esta iniciativa, que desconozco si tendrá o no el éxito que reclaman, pero que suscribo al cien por cien, porque me he leído el manifiesto y, al margen de ideologías (algo que se deja bien claro en el texto), coincide en sus planteamientos enormemente con lo que pienso. Es una propuesta que va más allá de cerrados conservadurismos o progresismos baratos. Es casi como un soplo de aire fresco en medio de un estercolero, pero por desgracia, como todo movimiento que se tercie, al final requerirá de una mano que lo guíe, que le dé forma y lo intente conducir hacia esas metas que postulan, y será justo en ese momento cuando empezará a dejar de ser fresco. En cualquier caso, bien merece la pena poner el enlace:

http://democraciarealya.es/

Esto se ha dado en demasiadas ocasiones (que nadie secuestre tus ideas, por favor)



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